«¿Celebrar el bautizo en un restaurante? ¡Hace falta comprar un regalo!»

«José, ¿un bautizo en un restaurante? ¡Habrá que comprar un regalo! Mejor vamos al día siguiente y felicitamos a la nieta en casa, sin tantos aspavientos», le dije a mi marido cuando me enteré de que nuestra hija organizaba un bautizo fastuoso para su bebé. Esta es la historia de cómo intentamos entender la mejor forma de celebrar el bautizo de nuestra nieta y por qué eso provocó tanto debate.

**La invitación al bautizo**
Nuestra hija, Lucía, tuvo una niña hace seis meses. La pequeña, Rosalía, es nuestra primera nieta, y José y yo estamos locos con ella. Cuando Lucía anunció el bautizo, me alegré: es un momento importante y quería que todo siguiera la tradición. Pero entonces me dijo que no sería solo una misa y un café en casa, sino que alquilarían un restaurante, con decenas de invitados, un presentador y hasta un fotógrafo. Me quedé de piedra: «Lucía, ¿tan necesario es? ¡Es un bautizo, no una boda!»

Ella me explicó que quería que todo fuese bonito, para el recuerdo. Su marido, Álvaro, la apoyó: era su primera hija y querían celebrarlo a lo grande. No discutí, pero por dentro me sentía incómoda. José y yo somos gente sencilla, siempre hemos vivido con modestia, y esos gastos nos parecían excesivos.

**El dilema del regalo**
Lo peor vino cuando me puse a pensar en el regalo. Lo habitual es obsequiar algo significativo: una cruz, una medalla, dinero para el futuro de la niña… Pero Lucía soltó la indirecta: «En el restaurante vendrá mucha gente, y no queda bien llegar con las manos vacías». Le pregunté: «¿O sea que metemos dinero en un sobre?». Ella, evasiva: «Bueno, como queráis, pero todos dan algo». Hice cálculos: poner cien euros en un sobre nos parecía poco, y más no podíamos. La jubilación no da para mucho, y los ahorros se nos fueron arreglando el tejado.

José sugirió no ir al restaurante. «Vayamos al día siguiente, felicitamos a Rosalía en casa y le damos algo con cariño». Me convenció: en casa todo es más tranquilo, sin presiones. Decidimos comprar una cruz de plata y una Biblia infantil bonita: un regalo con significado y sincero.

**La charla con Lucía**
Cuando le conté nuestro plan, se enfadó. «Mamá, ¿en serio no vais al bautizo? ¡Es un día importante para Rosalía!». Intenté explicarle que no estábamos en contra, solo que ese «espectáculo» no era lo nuestro. Pero lo tomó como un desprecio. «¿Todos los abuelos estarán y vosotros no quieren ser parte de la familia?». Me dolió. Claro que queremos, pero ¿por qué tenía que ser en un restaurante?

José fue tajante: «Si ellos quieren gastarse un dineral, allá ellos. Nosotros preferimos estar con la niña en casa». Pero Lucía estaba dolida, y empecé a dudar. ¿Será que somos demasiado anticuados? ¿Deberíamos haber ido aunque no nos gustase?

**Cómo lo solucionamos**
Al final, buscamos un término medio. Fuimos a la iglesia para la ceremonia, que fue emotiva y cercana. Rosalía, con su vestidito blanco, parecía un ángel. El banquete lo saltamos, pero al día siguiente fuimos a su casa. Le dimos la cruz y la Biblia, pasamos tiempo con la niña y tomamos café. Lucía estuvo un poco resentida, pero se le pasó cuando vio cómo Rosalía nos sonreía.

Entendí que cada uno tiene su tradición. Para Lucía, era importante la fiesta. Para nosotros, estar cerca de la nieta. Pero me quedó esa duda: ¿ahora todos los eventos familiares serán así, con sobres y obligaciones?

Si habéis vivido algo parecido, contadme: ¿cómo lo solucionasteis? ¿Cómo equilibrar vuestros principios con los deseos de los hijos? ¿O será que José y yo pecamos de ser demasiado austeros? Compartid, que necesito consejos.

Rate article
MagistrUm
«¿Celebrar el bautizo en un restaurante? ¡Hace falta comprar un regalo!»