«¿Cómo es posible que no me mire?» — se enfadaba Lara, observándose en el espejo mientras repasaba sus labios carnosos con carmín. «No importa, pronto será la fiesta de la empresa, ¡allí seguro que lo engancho!» Esta es la historia de cómo mi amiga Lara intentó conquistar a un compañero de trabajo y lo que sucedió después.
**Lara y su seguridad**
Lara es mi amiga desde la universidad. Tiene 32 años, es radiante, arreglada y siempre el centro de atención. Los hombres se vuelven a mirarla, y ella sabe cómo usar su carisma. En nuestra pequeña empresa de tecnología, Lara es una estrella. Trabaja en marketing, siempre impecable, y sus bromas en las reuniones hacen reír hasta al jefe más serio.
Pero hace poco llegó un nuevo empleado, Pablo, y se convirtió en un misterio para ella. Alto, atractivo, con buenos modales… el candidato perfecto para su interés. Pero había un problema: Pablo parecía no notar sus intentos de coqueteo. Lara me contó cómo lo invitó a un café y él, educadamente, lo rechazó por estar ocupado. Luego, se encontró «casualmente» con él en el ascensor, pero él solo sonrió y se fue.
**«¿Acaso soy demasiado perfecta para él?»**
Tras otro fracaso, Lara entró en mi oficina, indignada: «¿Qué pasa, es de otra orientación o qué? ¿Cómo puede no fijarse en mí?» Se arreglaba el pelo frente al espejo, retocando su maquillaje como si se preparara para otro «ataque». Me reí: «Lara, quizás es tímido. ¿O tiene novia?» Pero ella no cedió: «No, Sonia, aquí hay gato encerrado. Con los demás habla, pero conmigo… ¡ni caso!»
Decidió que la fiesta de la empresa, en una semana, sería su momento. Compró un vestido nuevo, fue a la peluquería e incluso planeó cómo «casualmente» sentarse junto a Pablo. «Allí no podrá resistirse», afirmó, segura de sí misma.
**La fiesta y el giro inesperado**
Llegó el día. Lara estaba espectacular: vestido rojo, maquillaje impecable, sonrisa deslumbrante. Todos la miraban, menos Pablo, quien, como por maldición, se mantenía distante. Bailaba con otras compañeras, bromeaba con los chicos, pero a ella ni la miró. Noté su nerviosismo, aunque seguía sonriendo.
En un momento, vi a Pablo salir al balcón con nuestro colega Javier. Hablaron largo rato, rieron, y luego lo vi ponerle una mano en el hombro. Lara lo notó y palideció. «Sonia, ¿lo has visto? — susurró —. ¿De verdad es eso?» Me encogí de hombros: «Tal vez solo son amigos». Pero ella ya había sacado sus conclusiones.
**¿Qué pasó al final?**
Tras la fiesta, Lara se calmó, aunque seguía molesta. Admitió que no era solo frustración, sino vergüenza: «Me esforcé tanto, y parece que no le interesan las mujeres». Más tarde, supimos por otros compañeros que Pablo estaba en una relación… con un hombre. Al principio, Lara se enfadó por no «darse cuenta», pero luego se rio: «¡Al menos ya sé por qué no le gusté! Yo ya pensaba que el problema era yo».
Ahora, Lara bromea diciendo que este episodio le enseñó a no ser tan segura. Sigue coqueteando, pero sin tanta insistencia. Y con Pablo, por cierto, se hizo amiga — resultó ser un gran tipo, solo que con gustos diferentes.
Si has vivido algo parecido, cuéntanos: ¿cómo llevaste el rechazo? ¿O tienes algún consejo para que Lara encuentre nuevos «objetivos»? ¡Comparte, nos interesa!