¡Si mi madre no viene a vivir con nosotros, me divorcio!” Y lo hizo…

**Diario Personal**

“Si mi madre no vive con nosotros, me divorcio.” Y lo hizo

“Si no dejas que mi madre se quede con nosotros, pido el divorcio.” Y lo pidió

Un hombre que te jura amor y fidelidad puede convertirse en un extraño en un instante. Sobre todo cuando te enfrentas a una elección: conservar la familia o salvarte de la ruina total. Yo pasé por eso.

Cuando me casé con César, no teníamos casa propia. Vivíamos con sus padres. Un piso de dos habitaciones, pequeño pero soportable. Hasta que un día, su padrastro llegó a casa y encontró a su madre, mi suegra, con un amante. Más joven, más descarado, con aires de “salvador”. Le susurró sobre nuevos horizontes y “montañas de oro”. Pero puso una condición:
Vende el piso. Nos mudamos a otra ciudad. Allí comienza una vida nueva.

Intenté hacer entrar en razón a Elena Martínez:
Te va a engañar. Quedarás sin hogar.
Pero ella hizo como si no le importara:
Simplemente estáis celosos. No os metáis.

Después de una semana, estábamos en la calle con nuestro bebé en brazos. El piso vendido, nosotros, echados. César trabajaba en dos empleos, yo estaba de baja maternal y escribía trabajos por encargo por la noche. Apenas podíamos pagar el alquiler, pero nos esforzábamos por el futuro.

Queríamos pedir una hipoteca, pero el destino nos dio una oportunidad: murió mi tía, sola, sin hijos. En el testamento, me dejó un piso en otra ciudad. Espacioso, luminoso, con ventanas al patio. Con los ahorros para la entrada, hicimos reformas. Por primera vez en mucho tiempo, respiré aliviada.

Pero la paz duró poco.

Una noche, mientras fregaba los platos después de cenar, alguien golpeó la puerta. En el umbral estaba Elena Martínez. El rostro hinchado de lágrimas, los ojos como los de un perro apaleado.
Hija hijo mío me ha echado Lo he perdido todo. Solo me queda una maleta. Ayudadme

César y yo nos miramos. Vi cómo su expresión se ablandaba. La tomó de los hombros, la sentó en la cocina y le sirvió té. Yo me quedé allí, sintiendo un dolor sordo, punzante. Sabía que la había advertido, que le había rogado que no cometiera esa locura. Pero no solo no me escuchó, sino que nos echó con el bebé cuando aún estábamos bien.

César me miró:
No puede estar sola. No podemos dejarla. Es mi madre.

Apreté los labios:
Nos tiró como basura. ¿Y ahora quieres acogerla aquí? ¿En este piso? ¿Donde apenas acabamos de respirar?

Elena no se calló:
Hijo, no puedo quedarme en la calle Ayúdame Lo he entendido, no lo repetiré

Entonces dijo lo que me partió en dos:
Si no aceptas que mi madre viva con nosotros, pido el divorcio.

Me quedé ciega. Respondí con calma, aunque el corazón me sangraba: “Entonces el divorcio es la única solución, porque no viviré con alguien que pone condiciones a nuestro amor.”

Rate article
MagistrUm
¡Si mi madre no viene a vivir con nosotros, me divorcio!” Y lo hizo…