Una sorpresa inesperada de la esposa el día de la boda

-Lo siento mucho, pero no quise decírtelo el día de tu boda… En resumen, ¿sabes que tu nueva esposa tiene una hija? – mi compañero de trabajo me dejó paralizado en el asiento del conductor.

-¿Cómo? – me negaba a escuchar tal noticia.
-Mi esposa, al ver a tu Carmen en la boda, me susurró al oído:
-Es curioso, ¿sabrá el novio que su novia tiene una hija en un orfanato?
-No te imaginas, Diego. Casi me atraganto con la ensalada en la mesa. Mi mujer dice que personalmente procesó la renuncia de la recién nacida. Mi Natalia es doctora en el hospital donde trabajaba, y recuerda a Carmen por una marca de nacimiento en su cuello. Además, dijo que Carmen llamó a la niña Clara y le dio su apellido. Creo que fue hace unos cinco años – mi compañero miraba ansioso mi reacción.

Yo, completamente aturdido, seguía sentado detrás del volante. ¡Vaya noticia!
Decidí que aclararía la situación por mí mismo. Me costaba creer algo así. Sin duda, sabía que Carmen no era una joven de dieciocho años, tenía treinta y dos cuando se casó conmigo. Carmen, naturalmente, había tenido una vida antes de mí. Pero, ¿por qué habría dejado a su propia hija? ¿Cómo viviría con eso después?

Gracias a mi posición, pude encontrar rápidamente el orfanato donde estaba Clara Vásquez.
El director del lugar me trajo a una niña alegre con una sonrisa radiante:
-Conoce a nuestra Clara Vásquez – dijo el director, dirigiéndose a la pequeñita – Dime cariño, ¿cuántos años tienes?
Era imposible no notar el pronunciado estrabismo de la niña. Me dio mucha pena. Ya la sentía como mía, me había encariñado. ¡Después de todo, esta pequeña era la hija de mi amada! Mi abuela siempre decía:
-“Hijo, aunque sea torcido, es una maravilla para el padre y la madre.”
Clara se acercó valientemente:
-Cuatro añitos. ¿Eres mi papá?
Me quedé perplejo. ¿Qué responder a un niño que ve a un papá en cada hombre?
-Clara, hablemos. ¿Te gustaría tener una mamá y un papá? – aunque fue un pregunta tonta, ya deseaba abrazar a esta adorable niña y llevármela a casa sin dilación.
-¡Sí! ¿Me llevarás contigo? – Clara me miró penetrantemente a los ojos.

-Te llevaré, pero será un poco más tarde. ¿Me esperas, cariño? – sentía un nudo en la garganta.
-Te esperaré. ¿No me mentirás? – Clara se puso seria.
-No te mentiré – le di un beso en la mejilla.
Al llegar a casa, le conté todo a mi esposa.
-Carmen, me importa poco lo que ocurrió antes de mí, pero debemos llevarnos a Clara cuanto antes. Quiero adoptarla.
-¿Y me preguntaste si yo quiero a esa niña? Y encima es bizca. – Carmen levantó la voz.
-¡Es tu hija biológica! Haré que le operen los ojos a Clara, todo mejorará. Es una dulzura. Te enamorarás de ella enseguida – me sorprendió mucho la actitud de mi esposa.
Con gran esfuerzo convencí a Carmen de adoptar a Clara.

Pasó casi un año hasta que pudimos llevar a la niña a casa. La visitaba a menudo en el orfanato. Durante ese año nos convertimos en amigos, nos acostumbramos el uno al otro. Carmen seguía sin mostrar deseos de tener una hija y hasta quiso detener el proceso de adopción a medio camino. Yo insistí en seguir adelante y terminar los trámites.
Finalmente, llegó el día en que Clara cruzó el umbral de nuestra casa. Las pequeñas cosas que para nosotros pasaban desapercibidas la maravillaban, encantaban, alegraban. Poco después, los oftalmólogos corrigieron la vista de Clara, proceso que duró año y medio. Me alegré de que no necesitara una operación quirúrgica. Mi hija empezó a parecerse cada vez más a su madre, Carmen. Yo era feliz. En mi familia tenía a dos bellezas: mi esposa y mi hija.

Casi un año después de salir del orfanato, Clara no se saciaba de comer. Siempre andaba y dormía con un paquete de galletas. Era imposible quitárselo. La niña tenía un miedo inevitable al hambre. Carmen se irritaba, yo me sorprendía.
Intenté fortalecer la unión familiar, pero… mi esposa nunca llegó a querer a su hija. Carmen solo amaba a sí misma, su “Yo” egocéntrico. Las discusiones eran constantes, las peleas y las disputas ofensivas con Carmen con un solo motivo: Clara.
-¿Por qué trajiste a esta salvaje a nuestra familia? ¡Nunca será una persona normal! – Carmen comenzó a gritar histéricamente.

Yo amaba muchísimo a Carmen. No podía imaginar mi vida sin ella. Aunque mi madre una vez insinuó:
-Hijo, claro que es cosa tuya, pero un día me encontré a Carmen con otro hombre. No lograrás nada con ella. Carmen es insincera, astuta, una mujer habilidosa. Te envolverá antes de que te des cuenta.
Cuando se ama, no se ven obstáculos. Tu felicidad brilla más que las estrellas. Carmen era mi ideal. La grieta en nuestra relación comenzó a notarse cuando Clara llegó a nuestro hogar.
Quizás fue ella quien me abrió los ojos sobre la verdadera situación de mi familia. Me sorprendió la indiferencia de mi esposa hacia la pequeña.
Incluso quise dejar de amar a Carmen, distanciarme de ella, pero no podía. Un amigo en su momento me aconsejó:

-Oye, amigo, si quieres enfriarte con una mujer, mídela con una cinta de medir. Es una creencia popular.
-¿Bromeas? – le respondí escéptico.
-Mide el contorno del pecho, cintura y caderas. Y ya verás, dejarás de amarla – me parecía que mi amigo se burlaba de mí.
Sin embargo, decidí llevar a cabo el sencillo experimento. No tenía nada que perder.
-Carmen, ¿puedo tomarte las medidas? – le pregunté.
Carmen se sorprendió:
-¿Puedo esperar un vestido nuevo?

-Sí – ya estaba midiendo el busto, la cintura y las caderas de mi esposa.
El experimento había terminado. Seguía amando a Carmen igual. Me reí de la burla de mi amigo.
Poco después, Clara enfermó de un resfriado. Le subió la fiebre. La niña se quejaba, gimiendo lastimeramente, sonándose la nariz. Seguía a Carmen a todas partes, sujetando con fuerza a su muñeca, María. Me alegró ver que en vez de un paquete de galletas, Clara tenía a María en sus manos.
Clara adoraba vestir y desvestir a la muñeca sin parar. Pero ahora María estaba desnuda, lo que significaba que su dueña estaba enferma, sin fuerzas para vestirla. Carmen le gritó a Clara:
-¡Cállate de una vez! ¡No me dejas en paz! ¡Ve a dormir!
Clara agarró a su muñeca contra su pecho y seguía quejándose y llorando incesantemente. De repente, Carmen le quitó la muñeca de las manos, se fue a la ventana y la lanzó con rabia.

-¡Mamá, es mi muñeca favorita, María! ¡Se va a congelar afuera! ¿Puedo ir a buscarla? – Clara sollozaba con desesperación, corrió hacia la puerta de entrada.
Inmediatamente fui tras la muñeca lanzada. El ascensor, como por desgracia, no funcionaba. Bajé corriendo las escaleras desde el octavo piso. La muñeca se había quedado colgada de una rama boca abajo. La tomé, sacudí la nieve de encima. Las gotas de nieve derretida en la carita de goma de la muñeca parecían lágrimas. Mientras subía las escaleras, pensaba que iba a envejecer de golpe.
El comportamiento de Carmen no tenía explicación. Entré en el cuarto de Clara. La niña estaba de rodillas junto a su cama, con la cabeza apoyada en la almohada. Dormía, pero sollozaba y se estremecía en sueños. La acomodé suavemente en la cama y coloqué a la muñeca a su lado.
Carmen estaba tranquilamente sentada en la sala de estar, leyendo una revista brillante, sin preocuparse por Clara en lo más mínimo. Fue entonces cuando mi amor por mi esposa se secó, se desvaneció.

Nos separamos. Clara se quedó conmigo, Carmen no se opuso en absoluto.
…Al encontrarme más tarde con mi ex esposa, ella me dijo con una sonrisa irónica:
-Eras solo un trampolín para mí, Diego.
-¡Ay, Carmen! Tienes ojos de esmeralda, pero el alma es negra – finalmente pude reprocharle tranquilamente.
Carmen enseguida se casó con un empresario exitoso.
-Me da pena su marido. A una mujer así no le conviene ser madre – fue el veredicto de mi madre.
Clara al principio extrañaba mucho a su madre, quería al menos tocarla.
Pero mi nueva esposa, Isabel, logró conquistar el corazón de Clara y derretir su corazoncito. Resultó que la madre biológica de la niña la había rechazado dos veces. Para mí era inconcebible.

Isabel, con gran amor y paciencia infinita, cuida a Clara y a nuestro hijo, Felix.

Rate article
MagistrUm
Una sorpresa inesperada de la esposa el día de la boda