¡Poncho! ¡Eres un trasto, un bandido! ¡Ven aquí enseguida! Doña Antonia limpiaba como de costumbre los

– ¿Estás bromeando? – se sorprendió Javier, – ¡¿cómo puede ser eso?! ¡Solo tienes veintiún años!

– ¿Estás bromeando? – exclamó sorprendido Nicolás, – ¡¿cómo puede ser?! ¡Solo tienes veintiún años!

– González, desayuno. – La auxiliar de enfermería empujó un carrito hasta la habitación.

—¿Qué haces sentada aquí con este frío? —preguntó Gloria Martínez, frunciendo el ceño mientras el viento

¡Se quedó dormida! De camino del baño a la puerta de entrada, pintándose los labios, echando un vistazo

— ¿Has venido? ¿Y quién te invitó? Habría sido mejor que ayudaras con dinero — dijo tía Marta con frialdad.

Carmen Martínez se secó las manos húmedas y, gimiendo por el dolor de espalda, fue a abrir la puerta.

Desde su jubilación, Dolores siempre se permitía un pequeño capricho además de pagar facturas y comprar

¡Gracias, pero no quiero unas vacaciones así! —¡Tengo una noticia buenísima! —anunció Alejandro al entrar
