¡No me derrumbé! La esposa perfecta
Mi amor me abandonó al saber que esperaba un bebé. Quizá no supe ver que su cariño no era tan profundo como creía. Ni él, ni sus padres, ni su hermana —mi gran amiga— quisieron conocer a su hija-nieta-sobrina. Pero no reclamé nada. Cada quien tomó su camino: él encontró una nueva compañera, yo decidí tener a mi hija sola.
Mi madre me advirtió: «Vete. Solo vuelve si abortas». Ella me crió sin padre. No deseaba ese destino para mí. Tenía derecho. Pero jamás diré algo así a mi niña.
Seremos el sostén una de otra. En casa no habrá lamentos por falta de dinero o ayuda masculina. Recién terminaba la universidad, pero logré conseguir una habitación en una residencia estudiantil y hasta un pequeño apartamento familiar. Con mi sueldo, compré muebles básicos y utensilios. ¿Zumos o frutas para la embarazada? Con suerte, pan con leche. Hubo fatiga, lágrimas y noches en vela.
Pero rechacé que me compadecieran. Sonreía. Sus amigos me visitaban. Hablaba bien de él, sin rencor. Necesitaba fuerzas para la criatura que llevaba dentro. Una frase me marcó: *Nadie te debe nada*. Dura, pero cierta. ¿Por qué habrían de rescatarme si elegí responsabilizarme de dos vidas?
La pequeña nació en diciembre. Recibimos el Año Nuevo juntas. Compañeros de la uni venían, tocaban la guitarra, bebían té y ayudaban a lavar pañales. Barbarita colaboraba a su modo: comía, dormía y gorjeaba entre siestas. Decían que nuestro hogar irradiaba alegría. Hasta que noté que un chico venía más seguido y se quedaba hasta tarde.
Era amable, hábil y, claro, guapo. Álex, cuatro años menor. Puse candado a mi corazón, evité ilusionarme y disfruté cada instante juntos. Hasta que conocí a su madre. Ella pidió visitarnos y… al primer día me llamó «hijita».
Ahora vivimos en otra residencia. Él ha armado cada rincón de nuestra habitación. Dice que soy la esposa perfecta. Mi madre y yo nos reconciliamos; adora a su nieta. Los fines de semana vamos a Toledo, donde los padres de Álex esperan. Barbi corre hacia su otra abuela y pasan dos días inseparables.
Me estremece pensar: ¿y si hubiera retenido a quien no me amaba? ¿Tendría un marido indiferente, una suegra que me odiara, culpa y lágrimas nocturnas?
La vida me dio más de lo que soñé.