Las bondades de la gente: encontré una familia en un hogar ajeno

Lo bueno de la gente: encontré una familia en una casa ajena

Hace tres años llegué a la capital desde un pequeño pueblo provincial. No conocía a nadie aquí. Las calles eran desconocidas, el ritmo de vida frenético y las personas extrañas.

Tenía miedo.

Sabía que comenzaba una nueva etapa de mi vida, pero en lo más profundo de mi ser me sentía perdido.

Entonces, tía Carmen, fue cuando me dijiste:
— No te preocupes, hijo, te ayudaremos. Seremos como tus padres.

Ya sabías que no tenía padres.

No, están vivos, pero para mí dejaron de existir. Hicieron todo para separarme de Lucía. Estaban en contra de nuestro amor, la humillaban, me presionaban para que eligiera. No los perdoné.

Por suerte, tenía a mi abuela. La única persona que siempre me apoyó. Gracias a ella pude permitirme alquilar un lugar y no vivir en una residencia estudiantil.

Pero si no hubiera sido por ti y el tío Miguel, no sé cómo habría afrontado esos primeros meses tan difíciles.

Os convertisteis en mi familia
Recuerdo aquel primer día de universidad.

Fuiste tú, tía Carmen, quien pidió al tío Miguel que me llevara en coche a la universidad para que me acostumbrara al trayecto. Recuerdo cómo, tras las clases, me esperaba en la puerta con un helado —hacía un calor insoportable, y quiso alegrarme un poco.

Y cuando volvimos, en casa ya se olía a repostería recién hecha.

Habías horneado tus emblemáticas delicias caseras y me invitaste a cenar. Al día siguiente, lo mismo. Y luego se convirtió en una tradición.

Escuchaba a mis compañeros quejarse de los dueños de sus pisos, mezquinos y codiciosos, de los precios altos y los problemas constantes. Yo, en cambio, hablaba con orgullo de vosotros.

No podían creer que personas como vosotros existieran.

Nos disteis no sólo un techo, sino también calor humano
Nunca olvidaré mi primer Día del Estudiante, el 8 de diciembre.

Por la tarde, sonó el timbre de la puerta.

Abrí… y vi a Lucía.

Un poco más atrás estaba el tío Miguel, sonriendo con picardía.

Resulta que la encontrasteis, hablasteis con ella, la convencisteis de volver a mí, la subisteis al coche y la trajisteis aquí.

¡No lo podía creer!

Ni siquiera mis propios padres mostraron tal cuidado y apoyo sincero.

Si no fuera por vosotros, Lucía posiblemente nunca hubiera llegado a esta ciudad. No habría ingresado aquí. No estaríamos juntos.

Pero no sólo nos reunisteis.

La aceptasteis a ella, como me aceptasteis a mí. No subisteis el alquiler, no creasteis obstáculos. Simplemente estuvisteis allí.

Y por eso os estoy agradecido.

Me enseñasteis a ser hombre
Tío Miguel, te respeto profundamente.

No sólo me ayudaste a sobrevivir en esta ciudad. Me mostraste qué significa ser hombre, asumir la responsabilidad de mi vida.

Me ayudaste a encontrar un buen trabajo, gracias al cual ya no dependo de la ayuda de mi abuela.

Me enseñaste cosas importantes, no con palabras, sino con hechos.

Me mostraste cómo actuar correctamente en la vida.

Y ahora me siento más fuerte.

Os alegraremos como vosotros nos alegrasteis
Ayer, Lucía y yo recordábamos una vieja canción donde el protagonista recibe cada mañana una taza de café y un bollo vienés de su casera.

Y decidimos: a partir del Año Nuevo, os recibiremos cada mañana con un café aromático.

Por ahora, es todo lo que podemos hacer por vosotros.

Pero creedme, os lo agradeceremos como merecéis.

Y ahora, nuestro regalo principal
Y por último.

Hemos decidido daros esta noticia por carta.

¡Lucía está embarazada!

Cuando vimos las dos rayas en la prueba, gritamos de alegría.

Os preocupasteis, pensasteis que habíamos discutido…

No, ¡era felicidad!

Alguna vez me disteis una oportunidad. Luego ayudasteis a que Lucía regresara.

Ahora ha llegado el momento de recibir una nueva vida.

Estamos seguros de que estaréis tan felices como nosotros.

Nuestro bebé llegará en agosto.

Y si no fuera por vosotros, posiblemente nada de esto habría sucedido.

Gracias.

Cuidaos mucho, queridos. Sin vosotros, nuestra vida no sería tan luminosa.

Rate article
MagistrUm
Las bondades de la gente: encontré una familia en un hogar ajeno