Camino a la Tierra de la Abuela, Alba Reconoció de Repente a Su Primer Amor en la Mujer Mayor que Iba a Su Encuentro. Para Su Sorpresa, la Mujer También la Reconoció y No Pudo Contener las Lágrimas.

De camino a la tienda, Ana reconoció de pronto a la madre de su primer gran amor en aquella señora mayor que venía hacia ella. Para su sorpresa, la mujer también la reconoció y no pudo contener las lágrimas.

Por primera vez en diez años, Ana volvió a recorrer las calles donde había crecido, en un pequeño pueblo de Castilla. Aunque ahora viajaba en un coche caro, no se sentía nada segura con su regreso: una avalancha de recuerdos incómodos de su infancia la invadió. Hacía mucho tiempo que había jurado no poner un pie allí jamás, pero algo la arrastraba de vuelta al pueblo donde nació y se crió.

Ana fue criada por su madre, Elena, ya que su padre había fallecido antes de que ella cumpliera tres años. Solo lo conocía por fotos. Vivían con modestia: Elena trabajaba como veterinaria en la zona, pero apenas tenía tiempo para un huerto propio y no ganaba demasiado.

“No te preocupes, cariño”, solía decirle Elena. “Mientras estés sana y feliz, lo demás ya se irá arreglando”.

Ana se convirtió en una joven hermosa y, por ello, era una novia codiciada, aunque sin dote que ofrecer. En una fiesta del pueblo, conoció a un chico llamado Marcos, de un pueblo cercano. Para Ana fue su primer amor verdadero, pero su madre se inquietó: Marcos venía de una familia adinerada, y Elena temía que dejara a su hija en cuanto pasara el flechazo. Ana la tranquilizaba: estaba segura de que Marcos era sincero y que el dinero no le importaba. Tras medio año de paseos y citas, él llegó con sus padres para pedir su mano. Pero en cuanto su madre vio la humilde casa, palideció. No dijo nada, pero sembró inquietud en el corazón de Ana.

La boda se fijó para el primer sábado de octubre. Aquella mañana, Ana estaba extrañamente nerviosa, sin saber por qué. Sus amigas la ayudaron con el peinado y a ajustar el vestido de novia, pero Marcos no apareció. Su padrino (un amigo íntimo de la familia) salió a ver qué ocurría, pero Ana ya intuía que no habría boda.

“Digas lo que digas, no dejaré que mi hijo arruine su vida”, declaró la madre de Marcos al padrino.

Ana lloró hasta el día siguiente. Y Marcos, presionado por sus padres, la abandonó de golpe. Su gran amor se apagó como la llama de una vela.

Al día siguiente, Ana empacó su vieja maleta y tomó el primer autobús a la ciudad. Allí encontró trabajo, primero como camarera y luego como ayudante de cocina. Cuando surgió la oportunidad de irse al extranjero a ganar dinero, apenas dudó. Durante el viaje, le llegó la noticia de unos parientes del pueblo: su madre Elena había fallecido. Pero ya no había vuelta atrás; Ana ya estaba en el avión.

Así pasaron los años. Trabajó duro, primero por un sueldo miserable, luego por algo mejor, y logró ahorrar algo. Pero la herida de su primer amor no había cerrado: no había formado una familia y aún guardaba rencor hacia Marcos y sus padres.

Cuando Ana, tras todos esos años, reapareció de pronto en su pueblo, la gente no la reconoció al instante. De la tímida y dulce chica de antes, ahora era una mujer elegante, bien vestida, pero con la misma sonrisa cálida. Solo en sus ojos había algo triste, incluso cuando reía.

Un día, yendo a la tienda del pueblo, Ana se sobresaltó al darse cuenta de que aquella señora mayor que venía hacia ella no era otra que la madre de Marcos. La mujer levantó la vista, la reconoció y al instante rompió a llorar.

“Ana ¿eres tú de verdad? Perdóname, hija. Arruiné tu vida y la de mi hijo. Solo quería para él ‘un buen partido’ y lo destrocé. Desde que te perdió, nunca amó de verdad a nadie más. Buscó su felicidad en la botella. Es mi culpa, y ahora tengo que vivir con ello”.

Ana sintió lástima por la madre de Marcos. La mujer estaba demacrada y agotada. En ese momento, Ana notó cómo la amargura acumulada durante años se desvanecía de su corazón. Vio que quienes le habían roto el corazón habían pagado un precio alto: la pérdida de su propia felicidad.

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Camino a la Tierra de la Abuela, Alba Reconoció de Repente a Su Primer Amor en la Mujer Mayor que Iba a Su Encuentro. Para Su Sorpresa, la Mujer También la Reconoció y No Pudo Contener las Lágrimas.