Una mujer embarazada le pidió limosna a un hombre, y él la ignoró. Pero lo que hizo un instante después le cambió la vida para siempre.
Una mañana, mi padre iba en coche al trabajo y paró en una gasolinera para repostar. Allí había una chica embarazada, de unos 19 años, pidiendo ayuda. Ella le rogó un poco de dinero, pero él se excusó diciendo que no llevaba suelto y subió al coche para marcharse.
Sin embargo, un segundo después, bajó de nuevo y le preguntó cómo había llegado a esa situación. La joven le contó que se había peleado con sus padres porque no aprobaban sus decisiones. Había quedado embarazada sin estar casada y la echaron de casa. Mi padre le preguntó si tenía trabajo o algún ingreso, a lo que ella respondió que no. Tras hablar un rato, mi padre tomó una decisión: le dio su tarjeta y le dijo que lo llamara al día siguiente.
La chica lo llamó, y mi padre la citó en su oficina. Allí tuvo una entrevista. Una semana más tarde, empezó a trabajar: al principio solo respondía llamadas y hacía recados. Pero con el tiempo, se convirtió en una de las subdirectoras. Ahora tiene su propia familia y le va de maravilla.







