El viaje hacia la felicidad: Un nuevo comienzo para dos enamorados.
Elena viajaba hacia el hombre que amaba, o mejor dicho, volaba sobre las alas de la alegría. Por fin, su hijo había terminado el instituto y había entrado en la universidad. Ahora, ella y su marido podían vivir juntos, después de tantos años de espera.
El mismo día que mandó a su hijo a estudiar, compró un billete de autobús y se fue hacia Antonio. Su matrimonio solo llevaba dos años, pero se conocían como si hubiera sido toda una vida.
Su relación no había sido fácil. Empezaron con dificultades, pasaron por mucho, pero el destino les prometía un futuro juntos. Al menos, Elena estaba segura de eso.
Se conocieron hacía ocho años. Entonces, ella acababa de recuperarse de su divorcio con su primer marido y no dejaba que nadie se acercara. Hasta que conoció a Antonio. Incluso con él, al principio fue reacia. Él tuvo que esforzarse para convencerla de que no era como su ex, Javier.
Seis meses después, empezaron a salir y luego decidieron vivir juntos. Antonio se mudó a su casa, porque en su pequeño piso no habría espacio para toda la familia. Elena tenía un hijo de diez años, un niño tranquilo, aunque al principio no encontró un lenguaje común con su padrastro.
Después de tres años viviendo juntos, Antonio empezó a hablar de matrimonio, pero Elena no estaba nada entusiasmada.
Para ella, aquellos papeles no tenían sentido. Además, ni siquiera te protegían de las infidelidades, fueras hombre o mujer.
Ella era feliz así, sin cambios.
Antonio al principio aceptó su postura, pero luego se dio cuenta de que no le bastaba. Él quería ver a Elena como su esposa en todos los sentidos. Llegó a ponerle un ultimátum: o se casaban, o se separaban.
A Elena no le gustó su insistencia y decidió que era mejor cortar. Y así lo hicieron, durante medio año.
En ese tiempo, Antonio se mudó a otra ciudad, donde un amigo le ofreció un trabajo bien pagado. Volvía a casa poco, solo cada dos meses para visitar a sus padres. Y en una de esas visitas, se encontró de nuevo con Elena.
Ella paseaba por el parque y parecía que la vida le sonreía. Estaba tan contenta y despreocupada, hasta que sus ojos se encontraron con los de él.
En su mirada, él leyó exactamente lo que sentía en su corazón. Aún la amaba. Y no podía ocultarlo.
Retomaron su relación, pero esta vez a distancia. A veces ella iba a visitarlo, otras él volvía a verla. Todos sus encuentros eran planeados con cuidado, pero siempre llenos de cariño y pasión.
Se veían una vez al mes, a veces dos. Antonio le había propuesto muchas veces que se mudara con él. Había comprado un piso de dos habitaciones en aquella ciudad, aunque aún estaba pagando la hipoteca.
A Elena le habría encantado, pero en ese momento no podía cambiar su vida tan de golpe. Su hijo era adolescente y necesitaba atención. Además, su madre estaba enferma y requería cuidados. Más de dos años se esforzó por recuperarla, hasta que al fin, su madre mejoró.
¡Que viváis muchos años! le dijo el médico con alegría cuando la dio de alta.
Carmen Martínez ya no retenía a su hija, pero Alejandro empezaba el bachillerato. No quería cambiar de instituto y le pidió a su madre que esperara hasta que terminara. Tuvo que llegar a un acuerdo.
El verano antes de que Alejandro entrara en segundo de bachillerato, Elena y Antonio por fin se casaron. Al ver la felicidad que le dio a su marido, ella se arrepintió de no haber aceptado antes, pero ¿de qué servía llorar por lo pasado?
Ahora no solo se veían. Su relación podía llamarse un matrimonio de fin de semana, si no fuera por los cientos de kilómetros que los separaban.
Y ahora, Alejandro había entrado en la universidad. Elena estaba orgullosa de su hijo y, además, se daba cuenta de que podía reorganizar su vida. No le había dicho a Antonio que iba a mudarse con él; quería darle una sorpresa.
Él lo sospechaba, pero no sabía la fecha exacta.
Elena hizo la maleta, subió al autobús y partió hacia él. Quería que ese día quedara grabado en su memoria. Ya se imaginaba vestida con lencería de encaje, esparciendo pétalos de rosas sobre la cama recién hecha, preparando una cena deliciosa y esperando a su amor cuando volviera del trabajo.
Soñó con todos esos detalles mientras viajaba en el autobús. Estaba segura de que Antonio se alegraría de su sorpresa, pero en cambio, la sorpresa la esperaba a ella.
Abrió la puerta del piso con su llave y se quedó paralizada. Un par de ojos azules la miraban fijamente: una chica pelirroja, muy guapa y joven.
¿Quién eres? preguntó Elena a la desconocida.
Soy Lucía. Oh, tú debes ser Elena. Lo siento, me voy ahora mismo.
¿Qué quieres decir con me voy? ¿Quién eres? se irritó Elena.
Por favor, no te enfades. Soy la novia de tu marido.
¿Qué? ¿La novia de mi marido?
Elena cerró la puerta en silencio, dejando atrás todo lo que creyó que era suyo, decidida a abrirse un nuevo camino, sola.







