El espejismo de un príncipe desvanecido…

La ilusión de un príncipe desvanecida

No era el príncipe de sus sueños

Lucía conoció a Javier cuando él acababa de volver del servicio militar. El chico parecía salido de las páginas de una revista de moda: alto, atlético, con ojos verdes hipnóticos y pelo negro con ondas perfectas. A su lado, Lucía se sentía sencilla, aunque era bonita: rubia, de figura esbelta y sonrisa dulce. No podía creer su suerteentre todas sus amigas, él la había elegido a ella.

*”¿Qué ve en ti?”*, susurraban las amigas. *”Un hombre así no se queda mucho tiempo. Te dejará.”*

Pero Lucía solo sonreíacreía en su amor. Iban al cine, a bailes, salían con amigos. Javier no elogiaba su belleza, pero siempre estaba a su lado, y su tacto la hacía temblar. La primera vez que lo llevó a casa, su madreCarmen Lópezfrunció el ceño. Más tarde, en privado, le susurró a su hija:

*”Un hombre guapo es de otras, cariño. Rara vez son fieles. Espera antes de casarte, ponlo a prueba. Parece demasiado de escaparate.”*

Lucía se enfadó. Confiaba en los sentimientos de Javier, no quería escuchar dudas. Pero su madre había plantado una semilla de inquietud en su corazón.

Poco a poco, Javier cambió. Primero el gimnasio, luego la natación, luego nuevos amigos. Lucía, para estar cerca, se apuntó también, pero se sentía torpe entre chicas atractivas y musculosas. Javier lanzaba miradas en su dirección, y ella volvía a casa antes, conteniendo las lágrimas.

*”Eres frágil como una muñeca”*, se rió él una vez, cuando ella se resfrió tras nadar. *”Mejor quédate en casa con tus libros.”*

Las palabras le dolieron, y recordó las advertencias de su madre. Sentía que Javier se alejaba. Cada vez más salidas solo, sin llamarla, sin invitarla, como si ya no existiera. Hasta que, simplemente, desapareció. Dejó de responder.

*”¿No te llama?”*, preguntó Carmen.

*”No”*, murmuró Lucía, volviéndose hacia la pared.

*”¡Vamos, levántate! ¡Vamos a la peluquería!”*, ordenó Carmen. *”Un peinado nuevo es el primer paso hacia una vida nueva. Luego te coseremos un vestidoeres habilidosa.”*

Compraron tela, Lucía dibujó patrones, intentando olvidar. Los rumores sobre los nuevos amores de Javier llegaban, pero ella resistió. Cuando, semanas después, apareció en el bailecon su vestido nuevo, ligero, brillandotodos giraron la cabeza. La notaron.

Un chico, David, modesto y sin pretensiones, comenzó a cuidarla. No era un Adonis, pero sus ojos solo miraban a Lucíacon calidez y sinceridad. Tras un mes, le pidió matrimonio.

*”¡Este sí que es un hombre!”*, dijo Carmen. *”Si se enamora, se casa. ¿Tú qué dices?”*

*”Acepto”*, respondió Lucía en voz baja.

*”¿Lo amas?”*

*”¿Cómo no? Es bueno, trabajador, fiel. Yo soy todo lo que necesitay solo yo.”*

La boda fue cálida, llena de alma. Lucía y David empezaron de cero: su primera silla, su primer plato. Al año nació la niña, y tres después, el niño. Familia, amor, felicidad.

Ya no pensaba en Javier. Solo recordaba, de vez en cuando, cómo había abandonado a su esposa, huido con una amante, y ahora vivía sin rumbo. Lucía sonreía:

*”¿Qué fue lo nuestro? Solo un capítulo de juventud. Que sea feliz, si puede.”*

En casa la esperaban los niños y su esposo. Y su madresabia, buena, la más querida. La que la había salvado de un verdadero dolor. La gracias a quien Lucía encontró su felicidad tranquila y verdadera.

Madre quédate siempre cerca. Sin ti, la vida no brilla igual.

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MagistrUm
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