**12 de marzo de 2023**
¡Tener hijos cuando casi tienes 50 años! ¿En qué estabas pensando? me regañaron por teléfono.
Tengo 46. Hace un mes, di a luz a gemelos: un niño, Arturo, y una niña, Elena. No hay palabras para describir lo que siento al mirarlos. Felicidad, alegría, lágrimas, un calor que me llena por dentro. Hasta me falta el aliento, la verdad.
Lo triste es que ni mi madre ni mi hermana vinieron siquiera al hospital. Los parientes de mi marido, Igor, tampoco se dignaron a aparecer. Todo por nuestra edad.
Nunca pensé en tener hijos, lo admito. Era joven, disfrutaba de la vida sin preocupaciones, salía de fiesta en Madrid. ¿Qué más podía pedir una chica? Cócteles, pretendientes, noches de juerga. El alma me cantaba de felicidad.
Pero a los 22 conocí a Álvaro. Un tipo guapo, con barba y gafas, que me hacía reír con sus chistes. Las mujeres lo perseguían, pero me eligió a mí. Reconozco que eso me subió el ego. Álvaro tenía piso, coche y un negocio familiar. Sus padres eran dueños de varias tiendas de ropa en Barcelona y ganaban buen dinero.
Pensé que había encontrado a mi príncipe azul. Mi billete hacia una vida feliz y despreocupada. Soñaba con una boda de ensueño, un vestido espectacular y una luna de miel en Cancún.
Pero para Álvaro, esto no era más que un capricho. Viví en su piso solo un mes, hasta que un día cambió la cerradura y dejó mis cosas en la calle. ¡Mientras yo estaba en la peluquería! Lo único que me dijo fue: *”Somos de mundos distintos, no encajas conmigo.”* Como si fuera un zapato sin pareja.
La ruptura me destrozó. Adelgacé 15 kilos, parecía un espectro. El pelo se me caía a puñados, llevaba pelucas y sombreros. Mi salud empeoró, y el peso perdido afectó mi fertilidad. Pasé por quirófano, tomé medicinas, probé hasta remedios caseros. Nada funcionó.
Así que me centré en mi carrera. Siempre me encantó pintar uñas, así que me hice manicurista. Tuve suerte: no faltaban clientes y el dinero era bueno. Pedí un préstamo, compré un piso pequeño y luego un coche. A los 33, cumplí mi sueño: abrir mi propio salón de belleza en Sevilla. Ahora trabajo con chicas jóvenes y talentosas.
Hace dos años, conocí a Igor. Trabajaba cerca y un día entró al salón para cambiar 500 euros. Fue amor a segunda vista. Empezamos a vivir juntos, nos casamos y, naturalmente, hablamos de tener hijos.
Nada funcionaba, la edad pesaba. Así que opté por la fertilización asistida. Rezaba a Dios cada noche, pidiendo un milagro, prometiendo ser la mejor madre.
Y Dios me escuchó. Di a luz a dos bebés sanos, el parto fue rápido.
¿Te has vuelto loca? ¿Hijos a tu edad? ¿Dónde tenías la cabeza? me gritó mi madre por teléfono.
¡Dios mío, yo ya estoy a punto de ser abuela y tú te pones a parir! ¡Estás demasiado vieja para esto! chilló mi hermana.
Nadie en la familia nos apoyó. Solo Igor y un fotógrafo me esperaban a la salida del hospital. Hicimos unas fotos y nos fuimos a casa.
Los niños ya tienen un mes. Ni mi madre ni mi hermana quieren visitarnos. Dicen que les he avergonzado delante de todo el pueblo. Por atreverme a ser madre a esta edad.
Pero, ¿es un crimen querer una familia? ¿Tan mal está luchar por la felicidad?
**Lección de hoy:** La vida no sigue un guion. A veces, la bendición llega tarde, pero cuando lo hace, no hay reproche que valga. El amor no entiende de edades.