Una mujer de 60 años se presenta a una entrevista para ser programadora: todos se ríen de ella hasta que descubren quién es realmente.

Una mujer de 60 años llegó a una entrevista para trabajar como programadora: todos se rieron de ella hasta que supieron quién era
En una de las oficinas más grandes y prestigiosas de la ciudad, había una vacante para programador. El proyecto era ambicioso, internacional, con un buen salario y oportunidades de crecimiento. La empresa anunció un día de entrevistas abiertas. Podían participar todos: desde recién graduados hasta profesionales con experiencia, lo importante eran los conocimientos, la ambición y la pasión por el trabajo.
Desde temprano, el pasillo cerca de la sala de entrevistas se llenó de candidatos jóvenes y seguros de sí mismos. Algunos llevaban portafolios impecables, otros vestían trajes perfectamente planchados. Hablaban entre ellos sobre algoritmos, casos prácticos, proyectos anteriores y, claro, soñaban con quedarse con el puesto.
Y entonces apareció ella.
Una mujer de unos sesenta años, con un traje negro elegante, cabello blanco bien peinado y un maletín de cuero. Caminó con calma bajo las miradas sorprendidas y se sentó al final de la fila.
Primero hubo silencio. Luego, murmullos:
“¿En serio? ¿Quién la contrataría?”
“¿Como programadora? ¿A su edad?”
“¿Esto es una broma, verdad?”
“Me pregunto si sabrá encender una computadora”
Algunos se reían abiertamente, otros grababan historias, algunos incluso hicieron comentarios sarcásticos en voz alta.
En ese momento, nadie podía imaginar quién era realmente esa mujer mayor. La historia completa se contó aquí, pero nos interesa saber su opinión: ¿realmente no tiene sentido trabajar en estas áreas después de los 60?
Pasó el tiempo. Comenzó la primera parte de la entrevista: la grupal. Todos los candidatos fueron invitados a una sala amplia. Allí los esperaban los representantes de RR.HH. y la mujer del traje negro la misma de antes.
Uno de los candidatos no aguantó:
“Disculpen, ¿ella también va a hacer la entrevista? Esto es un puesto técnico, no un club social”
En ese momento, una de las gerentes de RR.HH. se levantó y anunció con calma:
“Buenos días. Soy la jefa de personal. Y esta es mi asistente. No es una candidata, es parte de la prueba de hoy. Nuestra empresa valora el profesionalismo, pero primero, la humanidad. Hoy observamos atentamente cómo se comportaron en el pasillo, cómo reaccionaron ante alguien que no encajaba en sus expectativas.”
Silencio.
“¿Y saben qué? Si no son capaces de respetar a alguien diferente por edad, apariencia o experiencia, no podrán trabajar en equipo, donde importan la comprensión, el respeto y la tolerancia. Porque no solo creamos productos de TI. Creamos cultura.”
Silencio. Incómodo. Elocuente.
De todo el grupo, solo tres pasaron a la siguiente etapa: aquellos que saludaron a la mujer mayor, le cedieron el asiento y no dijeron ni una palabra despectiva.
Los demás salieron del salón cabizbajos, entendiendo por primera vez que su verdadera prueba no había comenzado con la primera pregunta, sino con la primera mirada en el pasillo.

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Una mujer de 60 años se presenta a una entrevista para ser programadora: todos se ríen de ella hasta que descubren quién es realmente.