Nochevieja siempre ha sido una noche mágica en mi familia, pero este año lo fue aún más. Mientras todos estábamos reunidos alrededor de la mesa, mi hija Lucía y su marido Javier decidieron darnos una sorpresa. Sacaron un sobre con el resultado de la ecografía: saber si sería niño o niña. Cuando anunciaron que tendríamos una segunda nieta, sentí una mezcla de alegría y cierta sorpresa. Otra niña en la familia, ¿qué más da? Pero en el fondo me pregunté cómo cambiaría esto nuestras vidas.
Mi marido, Antonio, y yo siempre soñamos con una familia grande. Lucía es nuestra única hija, y cuando se casó con Javier, no podíamos estar más contentos. Son una pareja estupenda: ella es maestra de primaria, cariñosa y paciente, y él, informático, tranquilo y responsable. Hace dos años nació su primera hija, Martina, nuestra princesita. Desde entonces, es el centro de nuestro mundo: sus primeros pasos, sus palabras, su risa… Todo nos llena de felicidad. Antonio y yo íbamos a menudo a ayudarlos, y a veces nos llevábamos a Martina para darles un respiro.
Cuando Lucía nos contó que esperaba otro bebé, nos emocionamos mucho. ¿Niña o niño? Lo importante era que estuviera sano. Pero ellos decidieron hacer un evento especial: una fiesta de revelación de género. Algo moderno que nunca había visto, pero que resultó entrañable. Escogieron Nochevieja para hacerlo aún más memorable.
La cena del 31 de diciembre fue perfecta. Su casa brillaba con luces y adornos, la mesa estaba llena de gambas, jamón y cava. Martina correteaba alrededor del belén, intentando coger las bolitas de papel, mientras todos reíamos y brindábamos por el año que terminaba. Cuando faltaban unos minutos para medianoche, Lucía anunció: «¡Llegó el momento!» Javier trajo un sobre blanco con una cinta dorada. Todos enmudecieron, hasta Martina, como si sintiera la importancia del instante.
Lucía sonrió y dijo: «Estamos tan felices de compartir esto con vosotros. ¡Va a ser… una niña!» Javier la abrazó, Martina aplaudió sin entender bien, y Antonio y yo nos miramos con emoción. «¡Otra nieta! ¡Qué maravilla!», exclamé, abrazando a mi hija.
Pero, lo confieso, por un segundo pensé: ¿y si esperaban un niño? Noté que Javier sonrió, pero algo en su mirada me hizo preguntarme si albergaba una débil decepción. O quizá fue mi imaginación. Más tarde, mientras recogíamos, le pregunté a Lucía: «¿Estáis contentos de que sea niña?». Asintió: «¡Claro, mamá! Martina tendrá una hermanita, jugarán juntas. Y Javier ya dice que las va a mimar a las dos». Sus palabras me tranquilizaron, pero sigo dándole vueltas.
Antonio y yo nunca hemos tenido preferencias, pero sé que para algunos padres el sexo importa. Javier, por ejemplo, una vez mencionó que le gustaría tener un hijo para jugar al fútbol o arreglar cosas. Aunque adora a Martina y hasta le hace coletas, quizá en el fondo soñaba con un niño. Y Lucía, aunque quiere una familia numerosa, a veces parece cansada: Martina aún es pequeña y demanda mucha atención.
Al día siguiente hablé con Antonio. Como siempre, lo tomó con calma: «Carmen, lo importante es que sean felices. Dos niñas es una bendición. Serán compañeras de vida». Pero yo seguí dándole vueltas. Recordé cuando esperábamos a Lucía; no había ecografías ni fiestas de revelación, solo la ilusión por el bebé venidero. Ahora todo parece más complicado.
Una semana después, Lucía llamó para contarme que ya elegían nombre: probablemente se llamará Sofía. Martina, emocionada, pregunta todos los días cuándo llegará «la hermanita». Lucía ríe y dice que todo irá bien, pero noto cierta inquietud en su voz. El embarazo, el cuidado de Martina, el trabajo… es mucho. Le ofrecí ayuda: ir más a menudo, llevarme a Martina los fines de semana. Aceptó, y sentí alivio. Quiero que sepa que estamos aquí.
Esta Nochevieja quedará grabada en mi memoria. No solo por la noticia de la segunda nieta, sino por cómo nos unió aún más. Miro a Lucía, a Javier, a Martina, y pienso: qué suerte tenemos. Habrá noches sin dormir, sí, pero también risas, abrazos y momentos únicos. Ya imagino a las dos niñas corriendo por el jardín, riendo, peleándose y reconciliándose. Y Antonio y yo, ahí, para apuntalar a esta familia que tanto amamos.
Otra niña no es un problema, es un regalo. Sé que Lucía y Javier saldrán adelante, y nosotros haremos lo posible por aligerar su carga. Quizá el próximo año, en esta misma mesa, haya otra princesita llenándolo todo de alegría.