Hoy quiero contar algo que llevo dentro. Cada vez que visito el pueblo de mis abuelos en Andalucía, noto las miradas y los murmullos mientras empujo el carrito: “Ahí va Rocío, la que se quedó embarazada sin marido, la nieta de Carmen y Antonio, ¡qué deshonra!”. Los cotilleos vuelan más rápido que el viento. Me molestaba, pero me callaba. Mi abuela siempre me decía: “No les hagas caso, cariño, hablan porque envidian tu valentía para vivir como tú quieres”.
La decisión que lo cambió todo
Tenía 24 años cuando supe que esperaba un hijo. El padre, mi novio entonces, me dejó claro que “no estaba preparado”. No insisití. En Madrid, donde vivía y trabajaba, nadie se metía en mi vida. Pero al llegar al pueblo de mis abuelos para descansar, comenzó el espectáculo: vecinas cuchicheando, señoras en el banco de la plaza cambiando miradas, alguna incluso preguntando sin rodeos: “Rocío, ¿y tu marido? ¿O esto es… sin boda?”.
No quise justificarme. Sí, soy madre soltera. Sí, decidí tenerlo sola. No, no me avergüenzo. Pero aquí las reglas son distintas: todos saben todo de todos, y si no encajas en su “vida correcta”, prepárate para las miradas. Por suerte, mis abuelos me apoyaron. “Un niño es una bendición, lo demás son tonterías”, decía mi abuelo, y mi abuela añadía: “Lo importante es que seas feliz, la gente siempre tendrá algo de qué hablar”.
Nueva vida, nuevos retos
Cuando nació mi hijo Álvaro, volví a Madrid. Ser madre soltera no era fácil: trabajo, guardería, facturas, noches en vela. Pero nunca me arrepentí. Álvaro es mi luz, mi razón de ser. Crece alegre y curioso, y hago lo imposible para que no le falte nada. Al pueblo voy menos, pero las miradas siguen allí. Ahora las ignoro, a veces hasta sonrío ante el inevitable: “Ay, Rocío, ¿sigues sola?”.
Mi abuela me confesó una vez: “En mi época también pasaban estas cosas. Yo crié a tu madre sola, y aquí estamos. Lo importante es no dejar que los demás te rompan”. Esa frase se hizo mía. Entendí que no debo demostrar nada a nadie. Mi vida es mía, y yo elijo cómo vivirla.
Lo que quiero decir
Hoy tengo 27 años y soy feliz. Sí, hay días duros, sí, a veces el cansancio pesa, pero me enorgullece criar a mi hijo sola. Si alguien lee esto y sufre juicios ajenos, recuerden: las opiniones de otros solo son ruido. No definen quién eres. Vive por ti y por quienes amas. ¿Y los chismes? Se callarán cuando encuentren otro tema.
Si tienen historias similares, cuéntenme: ¿cómo lidian con los prejuicios? ¿Algún consejo para responder preguntas indiscretas? Me encantaría saber.