**Justicia para Lucía: una historia que comenzó con traición**
—¿Por qué dejas que te trate así, Lucía? ¡No eres de su propiedad! Eres fuerte, puedes salir de esto— susurró Carmen, acurrucada en el sofá.
Lucía respiró hondo y respondió en voz baja:
—Es mi padre. Y tiene un papel con firma y sello que dice, negro sobre blanco: “incapaz mental”. Por eso estoy aquí. No es solo un hombre con dinero… es un hombre con poder. Por mucho que huya, me encontrará. Este círculo no se rompe…
—Entonces, mientras estés aquí, al menos ayúdame. Te pagaré, todo en regla. Con justicia— guiñó un ojo, conspirativa.
—Lo haría aunque no fuera así— sonrió Carmen—. Pero no diré que no. El dinero me vendrá bien cuando vuelva a ser libre. No necesito magia para saber qué pasa. Pero para confirmar el sueño… necesito un mechón de tu pelo.
Sacó una navajita y cortó unos cabellos con destreza.
—Esta noche lo sabremos. Qué poción te dieron, por qué en lugar de protección recibiste esa melancolía verde… lo descubriremos.
A la mañana siguiente, Lucía no encontraba a Carmen. La esquivaba, se escondía, desaparecía en sus terapias.
—¿Por qué huyes de mí?— la atrapó en el jardín—. ¡Habíamos quedado!
—No me creerías— susurró Carmen, sombría—. Pensarás que te cuento cuentos por dinero.
—Basta. Dime qué viste.
Carmen la llevó a un rincón apartado y se sentó a su lado.
—Escucha con atención. Soñé que…
Alejandro se desperezó en la cama.
—¡Despierta, dormilón! Tengo una nueva víctima.
—Déjame dormir…— gimió él.
—Ya dormirás. Mira este periódico. ¿Ves a esta mujer? Es Lucía. Copropietaria de una empresa, sin familia, excepto… su futuro marido. Y ese serás tú.
—¿Casarme?— se le secó la garganta.
—Sí. Pero primero, enamórala. Sé cariñoso, humilde, aparentemente pobre pero trabajador. Ella se encariñará, te ayudará, invertirá en tu “negocio”.
—¿Y luego lo pierdo todo? ¿Y tú apareces?
—Exacto, cariño— acarició su cabeza Marta—. Y cuando acepte un ritual mágico, creyendo que te ayuda… le daré una maldición. Un demonio devorará su mente. Después, un “accidente”. La herencia será tuya.
—Si funciona…
—Funcionará. Tenemos magia. Tú y yo.
Cuando Carmen terminó, Lucía apretó los labios en silencio.
—¿Y bien?— preguntó Carmen, impaciente.
—Diré que actuaré. Primero, nos libraremos del demonio. Luego, justicia.
—Te aviso: si tardas, huirán. Gente así no espera.
—Estoy lista. Ayúdame a expulsarlo.
Carmen cortó otro mechón.
—Prepárate. Cuando se vaya, Marta lo sentirá. Tendrás poco tiempo.
Esa noche, Lucía apenas durmió. Temblores, susurros en la oscuridad… pero al amanecer, todo cesó. El mundo brillaba de nuevo. La gente era… solo gente.
—¡Carmen! ¡Se fue!— entró corriendo en su habitación, pero Carmen ya no estaba. La habían trasladado. Algo pasó esa noche.
—Volverá cuando mejore— prometió la enfermera.
Lucía no pudo contactar a Marta ni a Alejandro. Sus teléfonos mudos. Habían huido. Pero ahora lo urgente era salir de allí. Y agradecer a Carmen.
—¡Estás viva!— gritó Lucía al verla regresar.
—Lo logré. Devu—Pero casi me quedo atrapada con él— respondió Carmen con una sonrisa cansada, acariciando el mechón de pelo que Lucía le tendía.