Una niña de cinco años desaparecía todas las noches sin dejar rastro. Su padre, preocupado, decidió seguirla – pero lo que descubrió superó todas sus expectativas.

 

El quinto día, cuando Ana salió de casa nuevamente justo después de la cena, Tomás subió rápidamente a su habitación. Esta vez estaba decidido a descubrir toda la verdad. Subió las escaleras apresuradamente, pero una vez más no encontró a su hija. Comenzó a revisar los armarios, uno por uno. La ropa estaba esparcida por el suelo, los juguetes estaban tirados por todos lados. Buscó y buscó, pero todo fue en vano, hasta que vio un pedazo de papel.

¿Qué podía significar esa nota extraña? Tomás levantó la almohada, tomó la hoja y comenzó a leer:
“Ven a la casa detrás de tu jardín exactamente a las 19:30. Asegúrate de que nadie te siga.”

Un escalofrío recorrió su espalda. Hasta ese momento había pensado que su hija simplemente jugaba en el jardín, pero ahora sabía que algo no estaba bien. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Por qué Ana iba todas las noches a esa casa? ¿Y quién era el misterioso autor de la nota?

Cuando Tomás bajó, Ana ya estaba en casa. Comprendió que intentar sacarle la verdad no tendría sentido. Solo le quedaba una opción: seguirla. Al sexto día, Tomás estaba preparado.

Esperó con impaciencia en su habitación, dejando la puerta entreabierta para poder observar a Ana. Cuando el reloj marcó las 19:00, su hija ya había desaparecido – no estaba en casa.

Tomás salió corriendo por la puerta trasera y logró ver a la niña desapareciendo entre los árboles detrás de su casa. Cuando llegó al final del jardín, la perdió de vista, pero ya sabía qué casa buscar – la mencionada en la nota. Encontrar a su hija no sería difícil. “¿Qué hace ahí?” se preguntó, inquieto.

Con el corazón latiendo con fuerza, Tomás se acercó con cuidado a la casa donde su hija desaparecía todas las noches de manera tan misteriosa. La casa parecía abandonada: la pintura se descascaraba de las paredes, el jardín estaba cubierto de maleza, y las ventanas estaban tan sucias que apenas dejaban pasar la luz. Solo una ventana en el segundo piso brillaba débilmente con la luz de una vela.

Tomás se acercó a un lado de la casa y, espiando a través de una grieta en las contraventanas de madera, vio algo sorprendente. En una pequeña habitación, pero decorada con calidez, estaba Ana. A su lado, en una mecedora, estaba sentada una mujer mayor. La anciana sostenía la mano de la niña y le contaba algo en voz baja, mientras de vez en cuando le acariciaba el cabello. En los ojos de Ana brillaba la curiosidad, y en su rostro había una sonrisa cálida.

Tomás contuvo la respiración. ¿Quién era esa mujer? ¿Y por qué su hija iba allí todas las noches? Decidió esperar un poco más para observar.

De repente, la mujer mayor sacó algo brillante de una caja – era un medallón. Ana lo tomó con asombro y lo apretó contra su pecho.

“Deberías quedártelo, querida” – dijo la mujer con una voz suave y cálida. – “Este medallón perteneció a tu madre cuando tenía tu edad.”

Tomás sintió cómo las lágrimas llenaban sus ojos. Los recuerdos de su esposa, que había fallecido hacía algunos años, regresaron con fuerza. Ella lo había dejado solo con Ana. Nunca había escuchado que su esposa mencionara a familiares ni un objeto como ese.

Comprendió que la mujer que veía era la abuela perdida de Ana – una pariente de la que su esposa nunca le había hablado. Al parecer, Ana la había encontrado de alguna manera y ahora iba allí para aprender más sobre su madre.

Tomás decidió no interrumpir ese momento conmovedor. Se alejó lentamente de la ventana y regresó a casa, sintiendo una extraña sensación de alivio. Al día siguiente, durante la cena, le preguntó a su hija con delicadeza:

“Ana, ¿no querrías presentarme a tu nueva amiga?”

Los ojos de la niña se llenaron de temor y sorpresa, pero tras un momento asintió y dijo:

“Sí, papá. Pero… prométeme que no te enfadarás.”

“Lo prometo” – respondió él con una sonrisa.

La noche siguiente, fueron juntos a la casa detrás del jardín, y Tomás finalmente conoció a la mujer que había cuidado tan amorosamente la memoria de su esposa. Esa noche, su familia se amplió con una persona que se volvió muy querida para sus corazones.

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Una niña de cinco años desaparecía todas las noches sin dejar rastro. Su padre, preocupado, decidió seguirla – pero lo que descubrió superó todas sus expectativas.