Suegra Prefiere a Hijos Ajenos y Descarta a Sus Propios Nietos

En Zaragoza, el otoño envolvía la ciudad en una neblina gris, pero en mi corazón reinaba una tormenta de resentimiento y desilusión. ¿Cómo mantener la calma cuando tu suegra, como si fuera una extraña, da la espalda a sus nietos de sangre? No logro comprender cómo puede ser tan fría e indiferente con su propia familia. Pero Lydia Martínez repite siempre lo mismo: «Vuestros hijos son vuestra responsabilidad. Yo ya cumplí criando a mi hijo».

Mi suegra se jubiló antes de tiempo. Su hija menor, Lucía, acababa de dar a luz a gemelos. Los primeros tres años, Lydia les ayudó, cuidando a los niños, pero en cuanto empezaron la guardería, buscó un trabajo extra. ¿Y qué hizo? Se convirtió en niñera para una familia adinerada, pasando los días entera con niños ajenos.

Ahora solo está en casa los fines de semana, y esos días los dedica a limpiar, quedar con sus amigas y descansar. Sí, gana bastante dinero, pero para sus nietos de sangre —mis hijos, Javier de cuatro años y Daniel de dos— no tiene ni un minuto. Ni una pizca de cariño.

Mi marido y yo le hemos suplicado ayuda infinidad de veces. Yo necesitaba volver al trabajo para mantener a la familia, pero los niños se ponían enfermos y faltaban a la guardería. Mi madre vive en otra ciudad, a cientos de kilómetros, y nuestra única esperanza era Lydia. Pero nos dijo que no sin dudarlo.

«Contratad una niñera —dijo con frialdad—. No me distraigáis del trabajo».

Me quedé helada. Mi madre, si viviera cerca, lo dejaría todo por ayudarnos. Prometió venir un par de semanas durante sus vacaciones, pero ¿de qué me sirven dos semanas? No solucionan nada. Mientras Lydia viaja con niños ajenos a resorts de lujo, navega en yates y posa en playas exóticas, yo estoy en casa, dividida entre mis hijos enfermos y el miedo a perder mi empleo. Entiendo que encontró un «chollo», pero ¿cómo puede ser tan cruel? ¿De verdad el dinero le importa más que sus nietos?

Cada vez que veo en redes sociales sus fotos con esos niños —sonrientes, bien vestidos, en parques temáticos carísimos—, se me encoge el corazón. Mis niños nunca la han visto en sus festivales del cole, nunca les ha contado un cuento antes de dormir. Preguntan: «Mamá, ¿por qué la abuela Lydia no viene?» ¿Qué les digo? ¿Que prefiere a otros niños porque le pagan?

He hablado con mi marido, Álvaro, pero él solo se encoge de hombros. «Mi madre siempre ha sido así —dice—. No va a cambiar». Pero, ¿cómo puedo aceptarlo? Me siento traicionada, como si mi suegra no solo hubiera abandonado a sus nietos, sino también a nosotros. Su indiferencia es como un cuchillo que corta poco a poco.

A veces pienso: ¿será que pido demasiado? Pero luego recuerdo cómo mi madre, a pesar del cansancio, siempre tenía tiempo para mí y mis hermanos. ¿No es eso lo que hace a una abuela? Amor, cuidado, calidez… Lydia solo tiene cálculo y egoísmo.

¿Qué opináis? ¿Es normal que una suegra prefiera el dinero a sus nietos? ¿Qué haríais en mi lugar?

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