Lo comprendí demasiado tarde: solo cuando mi marido cayó gravemente enfermo, me di cuenta de cuánto lo amaba.

Todo tiene un precio. Ahora estoy tan solo como un perro… Les escribe un hombre de más de setenta años.

Claro, entiendo. Aquí tienes la historia adaptada: Directa y claramente: ¡No necesito a un hombre al

Luis examinó con cuidado su escritorio. Normalmente reinaba allí el desorden creativo, como solía decirse.

Cuando tenía solo veintiséis años, pensaba que mi vida ya estaba establecida. Tenía un hombre con el

Tras siete años planeando una boda con el hombre de mi vida, él me clavó un puñal por la espalda.

Vivo en una pequeña y acogedora ciudad donde la gente está acostumbrada a confiar unos en otros.

Ese sorprendente episodio de la vida me lo contó mi abuela, a la que suelo visitar a menudo en su pueblo.

Álvaro revisó meticulosamente su escritorio. Por lo general, reinaba allí lo que suele llamarse un caos creativo.

Lo compré una pizza y un café a un sintecho, y él me entregó una nota que cambió todo. Me llamo Alejandro
