—¡Vaya por Dios, qué cabeza la tuya, tonta de capirote! ¿Quién te va a querer ahora con un crío?

Martina permanecía desconcertada, observando con recelo a la mujer frente a ella. La cuidadora acababa

—¡Vaya, otra vez con esa cara de vinagre! —reprochó Carmen Rodríguez con fastidio—. ¡Podrías al menos

Lo dicen, cada uno es artífice de su propio infortunio. Y, fíjate, yo soy un ejemplo claro de eso.

Encuentro con un ángel. Carmen tenía un excelente estado de ánimo. El parto difícil había terminado exitosamente.

María Dolores secó sus manos húmedas y, quejándose del dolor de espalda, fue a abrir la puerta.

Lo que mucha gente deseaba era verme derrotado… Pero comprendí que solo me tenía a mí mismo.

—¡No queremos nada de ti! —¡Hijo, recapacita antes de que sea tarde! ¡Ese chico no se parece en nada a ti!

Idoia Martínez secó sus manos mojadas y, gimoteando por el dolor de espalda, fue a abrir la puerta.

El aire en la cocina vibraba como una cuerda tensa aquella tarde. Andrés abrió la nevera, sacó una botella
