Mateo no quería mudarse a un remoto pueblo, pero su esposa Olivia estaba convencida de que era la mejor solución para su salud. Cuando los médicos le diagnosticaron una enfermedad grave que requería tratamiento inmediato, él esperaba el apoyo de su esposa. Sin embargo, Olivia era escéptica con los médicos y sostenía que solo querían aprovecharse de su dinero.
— Cariño, necesitas aire fresco, tranquilidad y naturaleza. Allí, en el campo, te sentirás mucho mejor, — decía suavemente.
Mateo sabía que su enfermedad no era solo cansancio. A sus 29 años tenía una empresa exitosa y una vida acomodada, pero la enfermedad se convirtió en un gran desafío para él. A pesar de sus dudas, cedió a las insistencias de Olivia, hizo las maletas y se trasladó a la casa que ella había comprado en la Toscana. Su esposa le prometió visitarlo con regularidad, pero pronto se dio cuenta de que solo eran palabras vacías.
Al llegar, Mateo encontró una casa descuidada, con un patio cubierto de maleza y sin ninguna comodidad. La nevera estaba vacía y no había ni rastro de Olivia. La decepción y la soledad invadieron su corazón, hasta que un día una niña apareció en su puerta con una cesta llena de delicias caseras.
— Mi abuela me envió. Hicimos empanadas de patata y col, y le traje un poco de leche y queso. La abuela dice que no está bien dejar a un vecino con hambre, — dijo la niña sonriendo.
Así comenzó la amistad de Mateo con la amable abuela Elena, quien, a pesar de su vista débil, ayudaba a la gente con sus conocimientos sobre hierbas medicinales. Mateo sentía una gratitud creciente hacia ella y la pequeña Emilia, la nieta de la abuela Elena. Sus cuidados le ayudaron a no perder la esperanza y a recuperar lentamente sus fuerzas.
Olivia reapareció solo después de algunas semanas. Le llevó medicamentos, asegurándole que le ayudarían, pero tras tomarlos, su estado empeoró drásticamente. Afortunadamente, gracias a los cuidados de la abuela Elena, se evitó una tragedia. Siguiendo su consejo, los medicamentos fueron enviados a un laboratorio y se descubrió que podrían haber dañado gravemente su salud. Fue la gota que colmó el vaso – Mateo se dio cuenta de que su esposa quería deshacerse de él.
Poco después, Olivia y su amante intentaron retirar su dinero, pero fueron arrestados cuando intentaban presentar documentos falsos en el banco. Mateo regresó a la ciudad, se divorció de Olivia y decidió empezar una nueva vida. Invirtió en el pueblo y abrió un centro de salud para personas que habían perdido la esperanza de recuperarse. En el centro se utilizaban los métodos tradicionales de curación de la abuela Elena, que una vez salvaron a Mateo.
Un día, una nueva enfermera llamada Ana llegó al centro. Era madre soltera y criaba sola a su hijo. Pronto surgieron sentimientos sinceros entre ellos y pronto se convirtieron en una familia. La alegría volvió a la casa de Mateo.
Algunos años después, una noche en un restaurante en Florencia, donde Mateo estaba celebrando un aniversario con su familia, vio a Olivia. Ahora trabajaba como camarera y parecía cansada y abatida. Lo reconoció de inmediato, pero intentó hacer como si no lo viera.
Después de hacer su pedido, Mateo le dejó una generosa propina, destacando cuánto habían cambiado sus vidas. Sabía que había tomado la decisión correcta al rodearse de personas que valoraban la vida y las relaciones verdaderas.
Ahora tenía una verdadera familia, donde el amor y el apoyo mutuo eran los valores más importantes.