Lo que voy a contarte es una anécdota graciosa sobre el gato de una antigua colega. En su casa vive un precioso gato blanco, grande y dotado de una inteligencia y astucia inigualables.
Podría hablar durante horas sobre este querido animal, y siempre me resulta fascinante escucharla y sorprenderme, una vez más, de lo listos que pueden ser nuestras mascotas.
Hace unos días mi amiga me contó un incidente sorprendente que la hizo apreciar aún más a su felino.
Aquella mañana se despertó y, con horror, se dio cuenta de que se había quedado dormida para el trabajo.
Por alguna razón el despertador no sonó a tiempo, y solo le quedaban 20 minutos antes de que comenzara su jornada.
Tenía que vestirse, maquillarse, desayunar y llegar a la oficina.
Corriendo de un lado a otro, se ponía un vestido con una mano mientras se peinaba con la otra.
Suspiraba y lamentaba cómo su jefe seguramente la iba a reprender por el retraso.
Fue entonces cuando notó que su gato estaba sentado en la cama, observándola atentamente.
Movía la cabeza de un lado a otro, siguiendo su histeria matutina.
Por un segundo se detuvo, recordó que también debía alimentar al gato. Corrió a la cocina y llenó rápidamente un plato de comida para él.
“Bueno, ya no tengo tiempo de preparar mi almuerzo”, se dijo con pesar mientras se apresuraba al baño para maquillarse.
Al mirarse en el espejo, vio cómo su gato empezaba a correr de la cocina al pasillo.
Por un instante dejó el maquillaje y observó a su mascota.
El gato corría hacia su bolso, que estaba junto a la puerta, metía la cabeza dentro y volvía a la cocina. Lo repitió varias veces.
Sin entender el comportamiento de su gato, ella terminó de prepararse, se puso el abrigo, agarró su bolso y salió corriendo a la calle.
Curiosamente, ese día su jefe no la regañó, al parecer él mismo había llegado tarde o algo similar.
La mañana en la oficina transcurrió sin contratiempos, en la habitual rutina laboral.
Pero cuando llegó el momento del descanso, recordó que no había llevado nada de casa para comer.
Se dirigió a la tienda más cercana a comprar un yogur y un bollo.
Tomó su bolso, buscó la cartera para comprobar si la había olvidado en la prisa matutina, y de repente encontró algo pequeño en el fondo.
Su sorpresa fue enorme cuando, junto con las llaves y el pintalabios, cayeron pequeñas bolitas de pienso de gato sobre la mesa.
Al principio no entendió cómo había llegado ahí, hasta que recordó el extraño comportamiento matutino de su gato.
No corría de la cocina al bolso sin motivo. Le estaba preparando el almuerzo para llevar al trabajo.
Este inteligente animal entendió que su dueña no tendría tiempo de preparar algo para ella, y decidió cuidarla de la manera que pudo.
¿Cómo no admitir después de esto que nuestras queridas mascotas lo entienden todo y siempre nos ayudarán en los momentos difíciles?