— Debería haberme deshecho de ti cuando tuve la oportunidad, — le dijo un día en un arrebato de ira. — Nunca quise a tu padre, y no debería haberte traído al mundo.

Teodoro dudó mientras miraba la pantalla de su teléfono. Su madre ya lo había llamado varias veces y sabía que la conversación volvería a ser desagradable. Probablemente, una vez más, le pediría ayuda para su hermano menor, Alejandro, ya fuera dinero o algún otro favor. Teodoro suspiró profundamente. Hacía mucho tiempo que sabía que en su familia siempre había sido el no deseado.

Desde la infancia, había intentado complacer a su madre: estudió con esmero, obtuvo una beca en la **Universidad Complutense de Madrid** para no ser una carga financiera para la familia. Se mudó a una residencia universitaria solo para evitar las miradas despectivas de su madre. Todos sus esfuerzos pasaron desapercibidos: el amor de su madre era solo para Alejandro. Teodoro recordaba cómo su madre abrazaba tiernamente a su hermano menor, mientras que él solo recibía frialdad y constantes reproches.

— Debería haberme deshecho de ti cuando tuve la oportunidad, — le dijo un día en un arrebato de ira. — Nunca quise a tu padre, y no debería haberte traído al mundo.

Teodoro intentó ignorar esas palabras y encontró consuelo en los estudios y los libros. Estos eran su único refugio, ya que no podían traicionarlo ni herirlo. Después de graduarse de la universidad, encontró trabajo y comenzó una vida independiente. Sin embargo, su madre de repente recordó su existencia. Primero, le pidió que ayudara a Alejandro con sus estudios, luego comenzó a exigirle dinero. Teodoro se sintió feliz al escuchar finalmente palabras de gratitud que nunca había oído en su infancia. Lo daba todo por su familia, incluso cuando le faltaban las cosas más básicas.

— Solo eres un títere, — le dijo un día su amiga de la infancia, **Isabel**. — Tu madre solo te está usando.

Isabel era la única persona que realmente se preocupaba por Teodoro. Su familia lo trataba mejor que su propia madre. Ella lo hizo reflexionar: ¿realmente valía la pena todo eso? ¿Recibía algo a cambio, aparte del agotamiento constante y los reproches?

Cuando el padre de Isabel fue hospitalizado y necesitaba urgentemente una cirugía cardíaca, la chica, desesperada, recurrió a Teodoro. Sin dudarlo, decidió ayudar. Pidió un préstamo sin intereses en su trabajo, sabiendo que era la única manera de mostrar su gratitud por su bondad.

La operación fue un éxito. Teodoro se sintió orgulloso de haber tomado la decisión correcta. Pero cuando su madre apareció de nuevo con sus exigencias, finalmente encontró la fuerza para decir no.

— Asume la culpa de Alejandro, — le suplicó, explicándole que Alejandro había herido a alguien y corría el riesgo de ir a prisión. — Su esposa está embarazada y tú estás solo de todos modos. Nadie te echará de menos.

Teodoro miró a su madre y solo sintió vacío. Sus lágrimas y manipulaciones ya no lo engañaban. Ahora entendía que durante todo este tiempo solo había sido una herramienta útil para ella.

— Tienes razón, mamá, — dijo en voz baja. — Nadie me echará de menos, pero ya no permitiré que controles mi vida.

Su madre se enfureció y comenzó a maldecirlo, pero Teodoro permaneció tranquilo. Ya no tenía miedo de sus palabras. Ahora tenía una nueva familia: Isabel y sus seres queridos. Ellos lo aceptaban tal como era.

Poco después, el padre de Isabel se recuperó. Con lágrimas en los ojos, ella le agradeció a Teodoro por su ayuda y le ofreció devolverle el dinero, pero él solo sonrió.

— Si aceptas salir conmigo, puedes devolvérmelo, — bromeó.

— ¿Una cita? — preguntó sorprendida.

— Te he amado durante mucho tiempo. Solo tenía miedo de decírtelo, — confesó Teodoro.

Isabel rompió a llorar de felicidad y lo abrazó. Finalmente, comprendió que había tomado la decisión correcta: había elegido a las personas que realmente lo valoraban.

Teodoro ya no tenía dudas: su vida apenas estaba comenzando, y algo verdadero y sincero le esperaba en el futuro.

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— Debería haberme deshecho de ti cuando tuve la oportunidad, — le dijo un día en un arrebato de ira. — Nunca quise a tu padre, y no debería haberte traído al mundo.