¡Cómo un fregadero obstruido me reveló la infidelidad de mi marido!

 

Mi esposo, Javier, siempre está ocupado con todo tipo de tareas, viajes de negocios y preocupaciones. Dejé de sorprenderme de lo difícil que es conseguir algo de él, pero el olor del fregadero ya estaba en todas partes y era insoportable, así que decidí que la mejor opción sería…

No, no llamar al fontanero. De hecho, mi marido trabaja en este campo y es probable que vengan sus compañeros o subordinados. No quería ponerlo en una situación incómoda, así que hice varios intentos más para convencerlo de que arreglara las tuberías, pero fueron en vano.

Finalmente, no pude soportarlo más y tuve un verdadero ataque de histeria, lo que funcionó (en general, rara vez le grito). Mientras él arreglaba las tuberías, yo lo observaba atentamente, estaba cansada de ese olor, quería saber cuál era su causa.

En el montón de basura que salió de las tuberías, vi algo muy brillante y lo levanté. Era un anillo de oro con una hermosa piedra azul. Al principio pensé que los niños estaban jugando, pero el oro era real, incluso tenía una marca. No usaba anillos porque era alérgica a ellos. Mis amigas solían usar bisutería y no tenían oro, y su madre solo usaba su anillo de bodas. Cuando le pregunté a mi marido de dónde podría haber venido ese anillo, se encogió de hombros y se fue.

Lavé bien el anillo y de repente me di cuenta de que definitivamente lo había visto en algún lugar antes. No eran conjeturas, recordaba claramente haber visto ese anillo en la mano de alguien. Solo tenía que recordar en quién.

Y de repente el recuerdo llegó. Fue en otoño. Mi marido, sus amigos y sus esposas fuimos a un picnic. Todas las mujeres estaban ocupadas preparando aperitivos mientras los hombres encendían el fuego. Y una de ellas, Lola, parecía estar mostrándonos su nuevo manicura y ese anillo estaba precisamente en su mano.

Ella nunca había estado en nuestra casa, así que solo necesité unos segundos para entender todo.

– ¿Me engañaste con Lola? ¿Con la esposa de tu amigo? – Le pregunté, y él ni siquiera me miró, solo bajó la cabeza.

– Tal vez, pero eso no significa nada – respondió, solo asentí con la cabeza en señal de acuerdo y comencé a recoger mis cosas y las de los niños. Durante los últimos meses, constantemente lo compadecía, pensaba que se quedaba hasta tarde y se cansaba porque su trabajo era duro. Así que descubrí qué tipo de trabajo tenía, todo gracias al olor de las tuberías obstruidas. Sin ellos, habría seguido siendo una ingenua tonta.

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