«Cómo me encontré con los chismes del pueblo: una historia de embarazo sin matrimonio»

**«Lola, la que se quedó embarazada sin marido»: cómo me enfrenté a los rumores del pueblo**

Cada vez que iba al pueblo a visitar a mis abuelos, escuchaba los murmullos a mis espaldas mientras empujaba el carrito: «Ahí va Lola, la que se quedó embarazada, ¿sabes?, la nieta de Rosa y Esteban. Vaya educación, todo un escándalo, soltera y sin marido». Los chismes del pueblo corrían más rápido que el viento. Me molestaba, pero callaba. Mi abuela siempre me decía: «No les hagas caso, Lola. Hablan porque envidian que seas valiente y decidas vivir a tu manera».

**La decisión que lo cambió todo**
Tenía 24 años cuando descubrí que estaba embarazada. El padre, mi novio en aquel momento, me dejó claro que «no estaba preparado para eso». No le insistí; sabía que podría sola. En la ciudad donde vivía y trabajaba, nadie se metía demasiado en mi vida. Pero en el pueblo, donde fui a descansar y pensar un poco, empezaron las miradas. Las vecinas cuchicheaban, las señoras del banco de la plaza se sonreían entre sí, y alguna incluso me preguntó directamente: «Lola, ¿y tu marido? ¿O esto es… sin boda?».

No quería justificarme. Sí, estaba soltera. Sí, decidí tener a mi hijo sola. Y no, no me avergonzaba. Pero el pueblo tiene sus propias reglas: aquí todos lo saben todo de todos, y si no encajas en su idea de «vida correcta», prepárate para las críticas. Por suerte, mis abuelos me apoyaron. «Un niño es una bendición, lo demás son tonterías», decía mi abuelo, mientras mi abuela añadía: «Lo importante es que seas feliz, la gente siempre tendrá algo de qué hablar».

**Una vida nueva y nuevos retos**
Cuando nació mi hijo, regresé a la ciudad. La vida de madre soltera no fue fácil: el trabajo, la guardería, las facturas, las noches sin dormir… Pero nunca me arrepentí de mi decisión. Mi Lucas es mi luz, mi razón de ser. Es un niño alegre y curioso, y hago todo lo posible para que no le falte de nada. Ahora voy menos al pueblo, pero cada vez que voy, las miradas y los comentarios siguen ahí. Solo que ya he aprendido a ignorarlos. A veces hasta sonrío cuando alguien suelta: «Oye, Lola, ¿sigues sola?».

Mi abuela me dijo una vez: «En mi época también pasaban estas cosas. Yo tuve a tu madre sin marido, y aquí estoy, firme. Lo importante es no dejar que las palabras de los demás te derrumben». Esas palabras se convirtieron en mi lema. Entendí que no debo demostrarle nada a nadie. Mi vida es mía, y yo elijo cómo vivirla.

**Lo que quiero decir a los demás**
Ahora tengo 27 años y soy feliz. Sí, hay días duros, y a veces el cansancio me gana, pero estoy orgullosa de criar a mi hijo sola. Si alguno de vosotros se siente juzgado, recordad: la opinión ajena es solo ruido. No define quién eres ni tu valor. Vive para ti y para los que amas. ¿Y los rumores? Se callarán cuando encuentren otro tema del que hablar.

Si tenéis historias parecidas, contadme cómo lo llevasteis. ¿O quizá tenéis algún consejo para responder a preguntas indiscretas? Compartidlo, de verdad me interesa.

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