Es interesante
Desde pequeña, a Adriana le encantaba invitar a sus amigas a casa. Su madre siempre lo permitía, porque

LA ALEGRÍA INESPERADA En la universidad, ninguno de sus colegas sabía —ni habría creído— que el marido

La ciudad latía con la vida del atardecer—los cláxones de los coches retumbaban, los pasos resonaban

**Mamá para Ani** —Pablito, ven a comer —dijo con dulzura la cuidadora Tania. —No —respondió él, clavando

Llenaré tu alma de amor Quién lo diría, dos amigas de la infancia, Marta y Lucía, podrían llegar a pelearse.

Una gota de agua caía del grifo justo en el centro de la tortilla seca—tic, tic, tic. Carmen se quedó

—Mamá Faya, ¿cómo estás? Pasábamos por aquí con Antoñito, venimos de la tienda y decidimos entrar.

—Verónica, ¿pero qué haces ahí? —dijo Miguel cuando por fin salió de casa. Iban juntos a la escuela

—¡Lo odio! No es mi padre. Que se largue de una vez. Podemos vivir sin él —Lisa ardía en rabia contra

Carmen contemplaba desde la ventana de la cocina, taza de café frío en mano, a los niños jugando en el patio.










