Billete de la suerte

Había un terrible revuelo en la estación de tren: alguien que iba a alguna parte, alguien que llegaba. Había mucho ruido y conmoción. Los padres prometieron a su hija, estudiante, regalarle fruta y verdura para que no tuviera que comprarlas en el mercado. Sus propios productos de la huerta son mucho mejores.

Victoria se fijó enseguida en un joven a la entrada de la estación de tren. Estaba con la mano extendida y le pedía dinero. Tenía un aspecto horrible: sucio, borracho o algo así. “Estoy harta de estos mendigos” – pensó la chica para sí misma.

Llegó el tren, la chica cogió su bolsa y salió de la estación. Cuando se acercó al tipo, le dio un par de manzanas con las palabras: “Debes tener hambre”. El chico le dio las gracias a la chica y miró al suelo.

-¿Te ha pasado algo?
-Sí, no hay dinero para llegar a casa.
-Ah, dinero. Así que tú eres otra, que no quiere trabajar y sólo pide dinero, todo está claro contigo. – Victoria se asustó y se dirigió a la salida. Se acordó de la increíble belleza de los ojos del tipo y decidió ayudar. ¿Y si no estaba mintiendo?
-¿Cómo te llamas? – Preguntó mirando a los ojos del chico.
-Alex. ¿Y tú?
-Soy Victoria. Bueno, Alex, he decidido creerte. Dime a dónde vas y te compraré un billete y te meteré en el tren. Espero que no me hayas mentido. – El chico le dijo a la chica a dónde tenía que ir. Victoria le compró un billete y también compró comida para el viaje. Alex dijo que le devolvería el importe, pero que sólo necesitaba saber dónde vivía Victoria. Pero la chica no accedió a dar esa información a un desconocido.

Desde entonces han pasado casi quince años. Victoria ya tenía su propia familia con Robert. Todo iba bien con ellos, pero entonces Robert decidió marcharse. Antes, la pareja tomó un apartamento a crédito. El cónyuge dijo que no iba a reclamar una parte – deja todo a su esposa. Victoria sólo no sabía que el cónyuge no había pagado el préstamo durante mucho tiempo.

Ella no tenía dinero para pagar el préstamo, tampoco quería perder su apartamento, nadie la ayudó. Decidió ir al banco a preguntarle al jefe.

Victoria entró en el despacho del director del banco, toda emocionada. Se sorprendió cuando vio a Alex allí. Era el jefe del banco.

-Esta es la reunión. Alex, ¿no eres tú?
-Sí, yo también me acuerdo de ti, Victoria. Cuéntame lo que te pasó, -el hombre sonrió. Victoria contó su historia.
-Bueno, no puedo negarme a ayudarte, no te preocupes, nadie te quitará la casa -te daré un préstamo sin intereses y la deuda será perdonada. Todavía recuerdo cómo me ayudaste hace muchos años. ¿Por qué no vamos juntos al café? Me gustaría saber cómo ha sido tu vida.
-Está bien, y me gustaría conocerte mejor.

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