¡No llames más! ¿Para qué perder el tiempo en algo que no necesitas? Hace mucho me di cuenta de que ni tú ni tus hijos estáis interesados en si la abuela vive y cómo le va.

¡No vuelvas a llamarme! ¿Para qué perder el tiempo con algo que no necesitas? Hace mucho que me di cuenta de que ni tú ni tus hijos os interesáis por si la abuela vive o cómo está.

Terminar mis estudios coincidió con dos acontecimientos importantes: mi boda y mi primer trabajo. Empecé como gerente en una buena empresa. Tras unos años, me fui de baja maternal y tuve una hermosa hija, Almudena. Almudena creció siendo una chica inteligente, así que mi marido y yo no escatimamos en gastos para su educación en una universidad prestigiosa. Al graduarse, mi marido le consiguió un buen empleo.

Un año después, nos presentó a su prometido, se casó y tuvo gemelas. Mis nietas tenían ocho años cuando falleció su abuelo, mi marido. Fue una gran pérdida para todos. Almudena entendió lo difícil que era para mí, así que me llamaba cada día después del trabajo, me contaba cosas y yo le hablaba de mi vida.

Pero luego se volvió más ocupada. Cuando yo llamaba, ponía excusas para no hablar. Con el tiempo, solo me llamaba cada pocos días, y era más por compromiso, pues siempre estaba limpiando o saliendo de casa. Un día, me sentí ofendida y, cuando llamó, le espeté:

Si no tienes tiempo para tu propia madre, no llames. ¿Para qué lo haces si solo me escuchas a medias?

Almudena salió del paso con alguna excusa, y yo me disculpé. Desde entonces, me llamaba un poco más, pero luego volvió a hacerlo solo una vez por semana.

Me dolía su actitud. Llegó un punto en que no tenía hambre ni podía dormir. La gota que colmó el vaso fue cuando pasó una semana sin llamarme ni responder. Cuando al fin lo hizo, le grité:

¡No me llames más! ¿Para qué perder el tiempo con algo que no te importa? Hace años que sé que ni tú ni mis nietas os preocupáis por si la abuela vive o no. Solo queréis que os mande comida y regalos de cumpleaños. ¡Eso es todo!

Almudena se enfureció y dijo que no volvería a llamarme si era tan egoísta. Sus palabras me hicieron sentir un vacío en el pecho, el corazón se me aceleró y todo se volvió negro. Desperté en el hospital.

La enfermera escuchó mi historia, pero al oír el final, negó con la cabeza y dijo:

Ustedes, los mayores, olvidan que los jóvenes tenemos mil cosas: trabajar, criar a los hijos, progresar, hacer las tareas de casa Y es difícil encontrar hueco para una larga conversación. Por eso deberíais valorar que os recuerden, aunque sea de camino al supermercado. Mi consejo es breve: ocupaos en algo que os guste, y así no notaréis los días que pasen entre llamadas.

Y es verdad: cuando haces lo que te apasiona, dejas de preguntarte si alguien se preocupa por ti.

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¡No llames más! ¿Para qué perder el tiempo en algo que no necesitas? Hace mucho me di cuenta de que ni tú ni tus hijos estáis interesados en si la abuela vive y cómo le va.