**El Sueño de América: Subidas y Bajadas**
**El Vuelo hacia el Sueño**
Siempre soñé con vivir en Estados Unidos. Para mí, ese país era el lugar donde los sueños se hacían realidad, donde cualquiera podía triunfar si se esforzaba. Durante años, ahorré dinero, estudié inglés y me imaginé comenzando una nueva vida. Finalmente, me llamémosme Lucía, compré un billete y volé a Nueva York. En mi maleta no solo llevaba ropa, sino también mis esperanzas de un futuro brillante. Estaba segura de que me esperaban un trabajo, nuevas amistades y oportunidades que solo había soñado.
Antes de irme, me despedí de mi familia, especialmente de mi hermano, llamémosle Javier. Él era el único que me apoyaba, a pesar de las dudas de los demás. *”Si necesitas algo, aquí estaré”*, me dijo abrazándome en el aeropuerto. En ese momento, no imaginé que esas palabras serían mi salvación.
**La Primera Decepción**
América me recibió con ruido, luces brillantes y un mar de gente. Los primeros días fueron de euforia: rascacielos, cafeterías, músicos callejeros… todo parecía sacado de un cuento. Alquilé una habitación pequeña en Brooklyn y empecé a buscar empleo. Mi especialidad era el marketing, y estaba convencida de que encontraría algo rápido. Pero la realidad fue cruel. Los empleadores pedían experiencia local, que no tenía, o solo ofrecían trabajos mal pagados, como camarera o limpiadora.
En un mes, el dinero comenzó a escasear. El alquiler devoraba mis ahorros, y un trabajo temporal en una cafetería apenas cubría la comida. Sentía cómo mi sueño se desmoronaba. En lugar de éxito, encontré soledad e incertidumbre. Por las noches, en mi habitación diminuta, me preguntaba: *¿Me equivoqué al dejarlo todo por este sueño?*
**Crisis y Desesperación**
Al tercer mes, estaba al límite. No conseguía trabajo en mi campo, y los empleos temporales no daban para más. Me daba vergüenza contárselo a mi familia, pero un día no pude más y llamé a Javier. Las lágrimas rodaban mientras confesaba que no podía más. Esperaba que me dijera: *”Vuelve a casa”*, pero en vez de eso, me escuchó con calma y respondió: *”Lucía, eres fuerte. Vamos a pensar una solución”*.
Javier me propuso mudarme con él a California. Llevaba años viviendo en San Francisco, trabajando en una empresa de tecnología, y estaba dispuesto a ayudarme. Al principio, me negué; no quería ser una carga. Pero él insistió: *”Para eso está la familia”*. Al final, recogí mis cosas y volé hacia él.
**Un Nuevo Comienzo con su Ayuda**
California me recibió con sol y un ambiente completamente distinto. Javier vivía en un piso pequeño pero acogedor. Me cedió una habitación y me ayudó a buscar trabajo. Gracias a sus contactos, encontré un empleo temporal en una oficina donde podía aplicar mis conocimientos de marketing. No era mi sueño, pero era un paso adelante. Poco a poco, recuperé la confianza y, sobre todo, entendí que no estaba sola.
Javier no era solo mi hermano, sino mi salvador. No solo me dio un techo, sino que me ayudó con mi currículum, me presentó a gente de su empresa e incluso pagó un curso para mejorar mis habilidades. Por las noches, hablábamos de todo: mis planes, su vida, la importancia de no rendirse. Me recordó que los fracasos son parte del camino, no el fin del sueño.
**Lecciones y Esperanza**
Después de seis meses, empecé a salir adelante. El trabajo temporal se convirtió en fijo, y pude alquilar mi propio piso. América ya no era un sueño inalcanzable, sino una realidad llena de retos y oportunidades. Sin Javier, quizá habría tirado la toalla. Su fe en mí me impidió romperme.
Ahora, al mirar atrás, agradezco esta experiencia. Me enseñó a valorar a mi familia y a entender que los sueños requieren tiempo y esfuerzo. Sigo en el camino, pero ya no temo a las dificultades. Y Javier sigue siendo mi mayor inspiración, recordándome que, incluso si un sueño se rompe, siempre se puede construir otro.







