Yerno desempleado desde hace más de seis meses, vive a nuestra costa y mi hija lo defiende

Mi yerno lleva más de seis meses sin trabajo, viviendo a nuestra costa, y mi hija hasta lo defiende.

No hay palabras para explicar el dolor de ver cómo se desmorona una familia cuando los adultos se niegan a asumir la responsabilidad de sus vidas. Hace poco discutí con mi hija, y todo por culpa de mi yerno, un hombre que lleva ocho meses sin empleo y sin hacer el más mínimo esfuerzo por cambiar su situación. Y mi hija… lo justifica. Dice que sería vergonzoso aceptar cualquier trabajo, con su currículum y su formación. Pero vivir a expensas de sus padres, al parecer, no le da ningún reparo.

Hace dos años se casaron. Fue una boda preciosa, como debe ser. Los padres de ambos lados ayudamos a comprarles el piso, pagando a medias. Hicieron la reforma ellos mismos, trabajaban los dos y el dinero alcanzaba. Sí, a veces gastaban de más, pero no nos metimos: son adultos, que aprendan por su cuenta.

Hace seis meses nació el nieto. ¡Qué alegría! Pero junto con la felicidad llegaron los problemas. Mi hija se fue de baja maternal, y casi al mismo tiempo, mi yerno perdió su trabajo. No tenían ahorros. Nos pidieron ayuda, y mi marido y yo, claro, no nos negamos. Los suegros también colaboraron. Compramos todo, desde el carrito hasta la cuna. Mi hija recibe una miseria por la baja, y mi yerno sigue buscando trabajo… ocho meses después.

Prometió que sería temporal, que pronto encontraría algo decente y devolvería el dinero. Nunca exigimos que lo hiciera, solo que se pusieran al día. Pero el tiempo pasa y nada cambia. Mi marido y yo estamos agotados. ¿Tan difícil es aceptar un empleo temporal? ¿En un almacén, de repartidor, lo que sea? Pero mi yerno dice que “eso no es digno de él”. Y mi hija asiente.

Hace poco perdí la paciencia y le dije lo que pienso. “Él es el hombre, el padre, debería mantener a su familia. En vez de eso, se tumba en el sofá esperando que las estrellas se alineen y le ofrezcan el trabajo perfecto con un sueldo de tres mil euros al mes”. Mientras tanto, mi marido y yo nos matamos trabajando para que no pasen hambre.

Mi hija se ofendió. Me llamó cruel, dijo que no entendía su situación. Que si él acepta cualquier cosa, no tendrá tiempo ni energía para seguir buscando algo mejor. “Además”, añadió, “con el niño ya es bastante duro”.

Escucharla me hirvió la sangre. ¿Desde cuándo los jóvenes creen que debemos mantenerlos a ellos y a sus hijos? Mi marido y yo la criamos sin ayuda, trabajando sin parar. Jamás esperamos que nadie resolviera nuestros problemas. Y ellos… están demasiado cómodos.

Hablé con mi consuegra. Ella también está harta. Dice que su hijo se queja del cansancio, pero ni siquiera levanta un dedo para ayudar en casa, y mucho menos para buscar trabajo. Acordamos cortar el grifo. Nada de hacerles la compra, ni de pagar los pañales. Solo lo imprescindible, repartido entre los dos.

Puede sonar duro. Son nuestros hijos, sí. Pero, ¿es amor permitirles hundirse? ¿Es cariño dejar que se abandonen? Tienen que entender que formar una familia exige esfuerzo, no es unas vacaciones eternas.

Si no reaccionan ahora, dentro de un año estarán peor. Él seguirá esperando el empleo perfecto, y ella justificándolo. Solo que ya no vivirán de sus medios, sino de los nuestros. Y sin el más mínimo pudor.

¿Qué ejemplo le están dando al niño? ¿Así se construye una familia?

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MagistrUm
Yerno desempleado desde hace más de seis meses, vive a nuestra costa y mi hija lo defiende