«¿Ya decidiste por mí?»: Historia de una boda que no fue

**Diario personal**

Hoy fue el día que todo cambió. Yo, Lucía, estaba sentada en una mesa del acogedor restaurante en pleno centro de Sevilla, esperando a mi prometido, Adrián. Él parecía tenso, revisando su teléfono cada dos minutos con mirada nerviosa.

—Adrián, estás raro hoy. ¿Qué pasa? —pregunté, intentando ocultar mi inquietud.

—Espera un poco, ya lo entenderás. Solo faltan mis padres… —dijo, evasivo.

—¿Tus padres? ¿Y por qué?

—Los míos. Y vendrán un par de personas más. No hemos venido solo a cenar, hay algo importante que hablar.

Me tensé. Conocía a Adrián desde hacía seis meses y reconocía ese tono de “conversación seria”. Nunca terminaba bien.

Diez minutos después, llegaron sus padres: Don Santiago y Doña Carmen, seguidos de dos desconocidos.

—Os presento a Carlos y a Paula —dijo Adrián sonriendo—. Están interesados en tu piso. Quieren alquilarlo a largo plazo.

—¿Mi… piso? —Casi se me cayó el tenedor de la mano.

—Claro. Tienen serias intenciones, están dispuestos a pagar mil euros al mes. Después de la boda, nos iremos a vivir con mis padres. Tienen una casa en las afueras, hay espacio. ¿Para qué dejar el piso vacío? ¡Podrá darnos ingresos!

Sentí un frío en los dedos. Adrián, ajeno a mi reacción, sacó unos papeles de su carpeta.

—Mira, ya hablé con el banco. Transferiremos tu hipoteca a los dos. La cuota bajará y será manejable.

—¿Lo has… decidido… sin preguntarme? —Mi voz tembló.

—¡No seas infantil! —intervino Doña Carmen—. Adrián piensa en vuestro futuro. ¡Ya sois casi una familia!

Carlos y Paula intercambiaron una mirada.

—Disculpe, pero… ¿el piso está a su nombre? —preguntó Paula, mirando a Adrián.

—Todavía no, pero…

—Entonces, lo siento, pero no nos interesa —respondió Carlos con sequedad—. No sabíamos que la propietaria ni siquiera estaba enterada. Buenas noches.

Se marcharon, dejando un silencio incómodo.

—¡Enhorabuena! —refunfuñó Doña Carmen—. Has ahuyentado a unos inquilinos ideales. ¡Y todo por tu escena, Lucía!

—¿Escena? —Me levanté lentamente—. No es una escena. Es mi derecho decidir sobre mi casa.

—¿En serio? —Adrián palideció—. ¡Lo teníamos todo planeado!

—Tú lo tenías planeado. Por los dos. Sin mí. Y no pienso construir un futuro con alguien que cree que esto es normal.

—Lucía, cálmate…

—No. No habrá boda.

Salí del restaurante sin mirar atrás. Ni contesté sus mensajes.

Ahora, en casa, sentada en el alféizar con una taza de té caliente, solo pienso una cosa:

*”Prefiero sola, pero con respeto, que con alguien que no lo entiende.”*

Rate article
MagistrUm
«¿Ya decidiste por mí?»: Historia de una boda que no fue