Viviendo entre lo desconocido: Experiencias de otro mundo con mi hijo.

Mi hija y yo vemos difuntos. Con los años nos han pasado tantas cosas de ultratumba que parecería inventado. He visto ángeles, demonios y hasta la Santa Compaña asomarse en mis sueños más de una vez. Aunque jamás le he rezado ni prendido una vela, ahí aparece.

Mi niña también tiene esa… digamos “habilidad”. A veces, al despertar, me cuenta con pelos y señales cómo estuvo charlando con San Pedro o cómo Jesucristo le enseñó el cielo. Tan gráfica es la descripción que hasta huele a incienso cuando lo narra. La gente piensa que son fantasías de niños, pero ya nos han pasado tantas cosas que hasta el panadero nos mira con recelo cuando entramos en su tienda. “Otra vez esta familia de los aparecidos”, debe pensar.

Parecerá que somos videntes de esos de feria, pero ni loca acepto ese título. Una vez una curandera de pueblo me dijo que tenía un don poderoso, que con un poco de incienso y oraciones podría “afinarlo”. ¡Qué va! A mí me da un yuyu solo pensarlo. En cambio, mi hija parece llevarlo mejor. Cuando ve algo, hasta les pone nombre: “Ahí está don Emilio, el de la gabardina”, dice, como si hablara del vecino del quinto.

Yo no soy tan valiente. Les digo: “Lo siento, no puedo hacer nada por ustedes” y cierro los ojos, rezando para que se marchen. Pero ahí se quedan, al pie de la cama, mirándome con esa paciencia de los muertos. Unos se van al cabo de un rato; otros se quedan semanas, como esperando a que cambie de opinión. Al final siempre vuelven.

Y yo, mientras tanto, solo pido una noche de sueño… sin espectadores.

Rate article
MagistrUm
Viviendo entre lo desconocido: Experiencias de otro mundo con mi hijo.