Vi una osa cerca de la carretera que agitaba su pata: al principio me asusté y quise huir, pero de repente noté algo muy extraño

Mientras conducía por la carretera familiar de vuelta a casa, todo parecía normal. La zona siempre está tranquila, con pocos coches y rodeada de bosques y aire fresco. El día transcurría sin novedad, sin nada que hiciera presagiar lo que iba a ocurrir.
De repente, algo negro junto al arcén llamó mi atención. Al acercarme, vi que era una osa. Estaba sentada sobre sus patas traseras y, para mi sorpresa, parecía saludarme con una pata.
Al principio pensé que podía haberse escapado de algún espectáculo o simplemente salido del bosque, pero el susto me dejó paralizado. Estuve a punto de pisar el acelerador para alejarme de allí, cuando noté algo extraño.
Me detuve. Entonces, la osa se levantó lentamente y comenzó a caminar hacia el bosque, volviéndose de vez en como para comprobar si la seguía. La curiosidad y un instinto inexplicable me impidieron marcharme.
A unos metros, donde los árboles se abrían un poco, descubrí un osezno. Tenía una lata de plástico atascada en la cabeza y se sacudía con desesperación, sin conseguirlo.
Ahí lo entendí: la osa no quería atacarme, sino pedir ayuda para su cría.
Movíndome con cuidado para no asustarla, me acerqué al pequeño y, con delicadeza, le quité la lata.
La osa se aproximó de inmediato, lamió a su cría para asegurarse de que estaba bien y, luego, se alejó con él hacia la espesura.
Antes de desaparecer entre los árboles, me miró una última vez. En su mirada había algo que parecía gratitud.
Me quedé unos segundos recuperando el aliento y después volví al coche para seguir mi camino. Este es un día que nunca olvidaré.

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Vi una osa cerca de la carretera que agitaba su pata: al principio me asusté y quise huir, pero de repente noté algo muy extraño