Vanessa regresa antes de lo previsto de un viaje de negocios y encuentra un bebé en su casa.
Cuando Vanessa llegó a casa antes de lo esperado, imaginó la dulce sorpresa que le daría a su esposo. Pero lo que descubrió en su habitación sacudió sus certezas: junto a él yacía un bebé, y nada la preparó para la verdad que estaba por revelarse.
Tras tres largas semanas en París, por fin volvió bajo el cálido sol de Niza. Su viaje había sido estresante, agotador, y lo único que ansiaba era abrazar a Eric, su marido, y dormir en su propia cama.
Llegó tarde, pasada la medianoche, debido a un retraso del tren. Pero la impaciencia la consumía. Entró en silencio, colgó su gabardina, dejó la maleta y evitó encender la luz.
No le había avisado a Eric de su regreso anticipado quería darle una verdadera sorpresa. Con una sonrisa suave, se acercó a su dormitorio. Lo había extrañado tanto. Su plan: deslizarse en la cama y esperar su reacción al despertar.
Pero nada la preparó para lo que vio.
Un haz de luna se filtró por la ventana, iluminando a Eric, profundamente dormido en un lado de la cama y en el otro, un bebé.
El pequeño, envuelto en una manta azul, descansaba junto a una almohada, cuidadosamente acomodado para no rodar.
Vanessa se paralizó, el aire atrapado en su garganta. Nunca habían tenido hijos. Eric no tenía familia había crecido en hogares de acogida. ¿De quién era ese niño?
Rodeó la cama y lo sacudió por el hombro.
Eric. ¡Eric! ¡Despierta!
Él abrió los ojos, confundido.
¿Eh? ¿Vanessa? ¿Qué haces aquí?
Ven conmigo a la cocina. Ahora.
Aún adormilado, la siguió. Ella encendió la luz y lo miró con frialdad.
¿Puedes explicarme por qué hay un bebé en nuestra cama?
Eric bostezó, exhausto.
Alguien lo dejó en nuestra puerta hace unos días. No sabía qué hacer así que me lo quedé.
¿Qué? ¿Y por qué no llamaste a la policía?
Iba a hacerlo. Pero no paraba de llorar, tenía hambre, necesitaba pañales No tuve tiempo. Pensé que lo cuidaría un rato. Escucha, estoy agotado y tú también. Durmamos, hablamos mañana.
Vanessa lo miró, atónita.
¿Estás bromeando?
Por favor susurró él, volviendo al dormitorio. Mañana lo hablamos.
Abrumada por preguntas sin respuesta, Vanessa lo siguió y se deslizó en la cama, su mente en caos. Aun así, se durmió más rápido de lo que esperaba, agotada por el viaje, la confusión y mil sospechas mezcladas.
7:03 de la mañana.
Voces apagadas.
Vanessa despertó al oír una voz femenina.
Eric, debes decirle la verdad. No puedes seguir mintiendo.
Lo haré, lo prometo respondió él. Solo espero los resultados de la prueba de ADN.
El corazón de Vanessa latió con fuerza. ¿Una prueba de ADN? ¿Decirle qué? ¿A quién? ¿Y quién era esa mujer?
Con cuidado, se acercó a la sala
Su idea era simple: sorprender a Eric volviendo un día antes. Entró en silencio, dejó sus zapatos, la maleta y subió de puntillas al dormitorio. Pero en lugar de encontrarlo durmiendo, se topó con una escena que la dejó helada.
Un bebé, plácidamente dormido, estaba acurrucado junto a Eric, envuelto en una manta celeste.
Vanessa, impactada, se quedó inmóvil.
Cuando el shock pasó, las preguntas la inundaron.
Sin perder tiempo, sacudió a Eric, quien abrió los ojos, sorprendido de verla allí y más aún por la intensidad en su mirada.
«¿Qué hace un bebé en nuestra cama?» preguntó, incrédula.
Confundido, Eric intentó explicar: días atrás, alguien había dejado al bebé en su puerta sin ninguna nota. Sin saber qué hacer, decidió cuidarlo temporalmente.
Pero Vanessa seguía sospechando. ¿Por qué no avisó a las autoridades? ¿Por qué lo ocultó? Y lo más importante ¿de quién era ese niño?
Temprano en la mañana, Vanessa despertó por la voz de una mujer. Intrigada, escuchó la conversación entre Eric y una desconocida. Al oír «prueba de ADN», su corazón se aceleró. Irrumpió en la sala, segura de descubrir la verdad pero lo que supo superó todas sus expectativas.
La mujer, María, afirmó ser la hermana de Eric.
Habían crecido separados, sin conocer su parentesco. Un encuentro casual en el supermercado revivió recuerdos y una asombrosa semejanza.
A la espera de los resultados, María enfrentando una emergencia le pidió a Eric que cuidara a su hijo Léo por una noche.
Del shock a la comprensión.
Vanessa observó a María más de cerca y notó el parecido innegable. Poco a poco, sus dudas se disiparon, dando paso a una emoción genuina. Eric no había hecho nada malo; solo cuidaba a un niño que podía ser su sobrino, cargando con el peso de un descubrimiento trascendental.
Días después, la prueba confirmó lo que todos temían: Eric y María eran, en efecto, hermanos.
Vanessa sintió un profundo alivio. Vio a su esposo florecer en su nuevo rol de tío alguien que nunca conoció una familia cercana. Léo, ese pequeñín, se convirtió en el frágil pero valioso espejo de una historia familiar largamente perdida.
Vanessa partió a un viaje de negocios rutinario y regresó a una familia extendida y a un futuro lleno de esperanza.