En el hospital, la nuera descubrió que su suegra se había mudado a su casa.
Los nuevos padres fueron apartados al instante por la recién estrenada abuela de su propio hijo.
Al llegar a casa, Lucía notó que la bañera deslizante que había comprado y un paquete de pañales habían sido exiliados al balcón.
—¡Qué bien que tendréis un varón! ¡Yo siempre quise ponerle Carpio a un hijo! Al menos podéis usar ese nombre para mi nieto —trinó la suegra por teléfono.
—María del Carmen, ya elegimos su nombre. Será Sergio. Sergio Manuel López suena perfecto —intentó explicar Lucía, desconcertada.
—¡Otra vez no me escuchas! ¿Sergio? ¡Hay miles! Yo le elegí un nombre fuerte y hermoso, ¿y tú lo desprecias? Eres una egoísta —bufó la suegra antes de colgar.
«A sus hijos los llamó Manuel y Javier, pero para el nieto solo se le ocurre Carpio», pensó Lucía, exasperada.
Cuando contó la conversación a su marido, Andrés soltó una risa:
—¿Recuerdas ese sueño que tuviste? ¿Con qué pececito soñaste?
***
Lucía y Andrés llevaban más de una década casados, pero sin hijos.
Primero se enfocaron en sus carreras y en comprar un piso en Madrid, luego viajaron.
Al acercarse a los treinta, descubrieron que concebir no era fácil.
Visitas a médicos, pruebas, tratamientos… Todo parecía en orden, pero el embarazo no llegaba.
En su duodécimo aniversario, Andrés enjugó una lágrima y dijo:
—No está en nuestro destino ser padres. Pero te amo y envejeceré a tu lado.
Un mes después, Lucía tuvo un sueño vívido: entraba al baño y encontraba una carpa dorada nadando en la bañera.
—¡Andrés, mira! ¿Cómo llegó aquí? ¡Tú ni siquiera pescas! —gritó antes de despertar.
Esa mañana, mientras tomaban café, Andrés bromeó:
—¿Debería empezar a pescar? ¡Hasta en sueños te persiguen los peces!
En el trabajo, al comentar el sueño, una compañera guiñó un ojo:
—Lucía, ¡vas a pescar un tesoro! Para toda la vida.
—¿Cómo?
—Soñar con peces anuncia un embarazo. ¡Ya verás!
Lucía calculó fechas: cinco días de retraso.
Al día siguiente, dos líneas rosas en la prueba la dejaron sin aliento.
El embarazo transcurrió sin complicaciones, salvo por náuseas leves.
Hasta que la suegra apareció.
***
María del Carmen, mujer enérgica y ávida de nietos, inundó a Lucía de consejos:
—Necesitas cincuenta mantas de algodón. ¿La plancha funciona? ¡Lávalas y plancha a máxima temperatura!
—Pensaba usar bodis y pañales desechables —replicó Lucía.
—¡Tonterías! Los pañales de tela son mejores. ¡Te enseñaré!
—Bien, pero elegiré los colores —cedió Lucía.
Una semana después, la suegra llegó con un fardo de mantas estampadas con patos y coches.
—Te ahorré el ir de compras. ¡Mira qué suaves!
Lucía contuvo un suspiro.
En el hospital, tras un parto agotador, la suegra anunció:
—Me quedaré unas semanas para ayudar.
Demasiado exhausta para protestar, Lucía aceptó.
—¡Ay, así no se carga a un bebé! —exclamó la abuela al ver a Lucía con Sergio.
En casa, los padres fueron relegados.
—¡El agua debe estar caliente! ¡Usaré film en la bañera, no esas cosas modernas! —vociferó María del Carmen, preparando el baño.
El niño lloró mientras ella lo enjabonaba con jabón tradicional y lo envolvió en dos mantas.
—Hace calor —protestó Lucía.
—¡Los bebés siempre tienen frío! ¡Déjale el gorrito!
Esa noche, Sergio despertó cada hora, mojando los pañales de tela.
Al amanecer, una pila de ropa sucia y ojeras profundas testificaban la lucha.
Al aparecer sarpullido, la suegra culpó a la leche materna:
—¡Dale fórmula!
—No —firmó Lucía.
Cuando prohibió a la abuela interrumpir las tomas, Sergio empezó a ganar peso.
—Basta de ayuda —decidió Lucía, pidiendo a Andrés que pidiera a su madre marcharse.
La suegra se ofendió:
—¡Mi Carpio me necesita!
—Te visitaremos —prometió Andrés.
Cada fin de semana, María del Carmen arrebataba a Sergio en la entrada:
—¡Descansad vosotros! ¡Yo lo cuido!
Al despedirse, susurraba:
—Quédate conmigo, Carpio.
—¿Y qué le darás de comer? —bromeó Lucía una vez.
—¡La mejor leche! No como la tuya —espetó la suegra.
De camino a casa, Lucía murmuró:
—Tu madre no se sació contigo, ¿verdad?
—Crecimos con mis abuelos —confesó Andrés.
—Pues Sergio no es hijo suyo. Debe aceptar su papel.