Ella lleva una semana en silencio… ¿Qué debo hacer si me aparta y esconde la verdad?
Llevamos tres años viviendo juntos con Inés. Durante todo este tiempo, nunca dudé de mis sentimientos hacia ella. Estaba convencido de que ella era la persona por la que estaba dispuesto a cambiar mis planes, mi carácter, mi rutina. Alquilamos un piso, lo amueblamos, hablábamos del futuro, incluso dejamos de usar anticonceptivos porque ambos comprendíamos que éramos más que una simple pareja. Éramos una familia. Y soñaba con que algún día fuéramos tres.
Pero esta semana la inquietud se ha instalado en mi vida. Fue algo accidental. Inés me pidió que sacase un mechero de su bolso y, como siempre, sin pensarlo, metí la mano. Nunca me había entrometido en su espacio personal, ni en su bolso ni en su teléfono. El respeto es la base del amor. Pero justamente en ese momento el bolso se me resbaló y todo su contenido se desparramó por el suelo. Entre todo, había una carpeta fina con resultados de análisis. Papeles médicos, con sellos, de una clínica privada y una fecha reciente.
Cuando volvió a la habitación y lo vio, algo en ella se apagó de repente. Se puso pálida, agarró los documentos como si fueran un arma que yo había desenvainado contra ella. No preguntó, no explicó. Simplemente se encerró en sí misma. Y desde ese momento, no ha dicho ni una palabra. Ni del médico, ni de lo que ocurrió. La semana ha transcurrido bajo un angustioso silencio.
Tengo miedo de preguntar. No porque no quiera saber la verdad, sino porque ella podría perder los estribos y evitar la conversación. Tiene ese carácter: si la presionas, se cerrará como una concha. Y no quiero peleas. Yo quiero cercanía. Esa auténtica, que solo existe entre personas que confían mutuamente.
¿Y si está enferma? ¿Y no sabe cómo decírmelo? ¿Y si los análisis revelaron algo terrible? ¿O tal vez está embarazada y quería darme una sorpresa? ¿O lo peor… y el hijo no es mío? Mi mente se desvanece en conjeturas. No reconozco las miradas de Inés, su andar. Antes compartía cada detalle, reía conmigo, hacía tonterías. Ahora parece una extraña.
No soy simplemente su novio. Soy quien hizo planes con ella, quien quería ser el padre de sus hijos. Y si está ocultando algo, eso me hiere porque yo nunca la engañé. Desde el principio le dije: “Si me traicionas, me iré. Sin gritos, sin venganza. Simplemente desapareceré”.
Nunca espié sus conversaciones, no husmeé en sus teléfonos, no la interrogaba. Confié. Pero ahora el silencio es la peor tortura. Cada día es como caminar sobre un campo minado. Ella aparenta que todo está bien: prepara café, dobla la ropa, sonríe a los vecinos. Pero a mi lado, solo silencio. Ligero como un susurro y ardiente como el ácido.
Ayer intenté hablar con ella. Comencé suavemente, con una broma, como suelo hacer. Le pregunté si le gustaría que paseáramos por el paseo marítimo, como antes. Contestó: “Me duele la cabeza”. Y volvió a encerrarse en sí misma.
Tengo miedo de cometer un error. Una palabra torpe y la perderé. Pero tampoco tengo fuerzas para esperar más. Por las noches me acuesto a su lado, escucho su respiración y rezo para que vuelva a ser la mujer de la que me enamoré. Para que seamos nosotros. Y no yo, y una pared entre nosotros.
Quizás dirán: “solo pregunta”. Pero, ¿cómo? ¿Cómo le digo a la mujer que amo: “siento que escondes algo y eso me asusta”? ¿Cómo hacerlo sin que piense que la estoy acusando y comprenda que me preocupo? Que mi corazón tiembla de miedo por lo que pueda pasarle.
No quiero ser otro hombre que presiona, grita o rompe. Quiero ser su apoyo. Pero ¿cómo, si no me permite acercarme? Decidme, ¿qué hacer cuando entre dos personas no hay distancia, solo silencio?
La quiero. La quiero hasta el dolor. Y quiero creer que esto solo es temor. Que pronto me abrazará y dirá: “Me he sentido confundida”. Pero si es otra cosa, ¿podré perdonar? ¿Podré olvidar? ¿O será el instante en que el “nosotros” se convierta en “fuimos”?
