Era una noche cualquiera en Madrid. Las calles se iluminaban con la cálida luz de las farolas, y la gente iba de un lado a otro: unos paseaban a sus perros, otros volvían del trabajo, algunos charlaban a las puertas del supermercado. Un coche patrulla de la Policía Nacional, un todoterreno gris con la franja característica, avanzaba despacio junto a la acera. Dentro iban dos agentes: el oficial Gutiérrez y la agente López.
Hoy está tranquilo bostezó Gutiérrez, mirando por la ventana.
Ojalá fuera siempre así sonrió López, pero esto suele ser la calma que precede a la tormenta.
No había terminado de decirlo cuando una niña pequeña salió corriendo del portal de un edificio. Tendría unos cinco años, rubia, con un pijama de conejitos y descalza. El miedo le helaba la mirada.
Corrió directa al coche patrulla. Gutiérrez frenó en seco, y ambos agentes salieron del vehículo.
Eh, ¿estás bien? López se agachó a su altura.
¿Vosotros sois policías, verdad? La niña jadeaba, sin aliento.
Sí, cariño. ¿Qué pasa?
Debajo de mi cama hay un hombre. Lleva una máscara. Lo he visto.
¿Dónde están tus padres? frunció el ceño Gutiérrez.
Mi madre está en el baño. Le grité, pero me dijo que no la asustara.
Los agentes se miraron. Podía ser una fantasía infantil, pero el terror en los ojos de la niña era demasiado real.
¿Cómo era ese hombre? preguntó López con suavidad.
Ropa negra. Una máscara como de ninja. Me desperté y lo vi arrastrándose bajo mi cama. Creía que yo dormía
¿Y tú saliste corriendo? aclaró Gutiérrez.
Sí. Enseguida. Me escondí en el armario, pero luego vi vuestro coche desde la ventana
Vale asintió López. Vamos a comprobarlo. Más vale prevenir.
El piso estaba en el tercer piso. La madre de la niña, una mujer en albornoz, asustada y avergonzada, aseguró que no había oído nada y pensó que su hija tenía miedo a la oscuridad.
Últimamente dice mucho que algo se esconde en los rincones se disculpó. Tiene mucha imaginación.
Los agentes revisaron la habitación con sus linternas. Bajo la cama no había nadie.
Quizá se escapó susurró la niña en la puerta. Pero yo lo vi. ¡De verdad!
Gutiérrez iba a bromear, pero López le hizo callar con un gesto.
Espera. Miremos las cámaras. Esta niña no tiene cara de inventarse algo así.
Lo que vieron en las grabaciones los dejó de piedra. Quince minutos antes de que la niña saliera corriendo, las cámaras de seguridad de la calle captaron un robo en el edificio de al lado. Dos ladrones vestidos de negro salieron corriendo con bolsas en las manos.
Otra cámara mostró cómo, al ver el coche patrulla, uno de ellos se desvió, trepó por una bajante y entró por una ventana entreabierta justo al piso de la niña.
Ahí está suspiró López. Y entró un minuto antes de que ella saliera.
En la siguiente secuencia, el hombre saltaba por otra ventana y huía hacia el patio trasero.
Al día siguiente lo atraparon. Su cómplice, detenido esa misma noche, lo delató para rebajar su condena.