Un secreto revelado el día de mi boda: ¡mi esposa tiene una hija!

Un secreto revelado el día de mi boda: ¡mi esposa tiene una hija!

“Sergio, no quería decírtelo hoy pero ¿sabías que tu recién casada esposa tiene una hija?” mi compañero de trabajo me dejó paralizado en el asiento del conductor.

“¿Qué dices?” me negué a aceptar la noticia.
“Mi mujer, al ver a tu Lucía en la boda, me susurró: ‘Qué curioso, ¿sabrá el novio que su prometida tiene una hija creciendo en un orfanato?'”
“¡Te das cuenta, Sergio? A punto estuve de atragantarme con la ensalada. Mi esposa asegura que atendió personalmente el abandono de la niña. Es médico en una maternidad. Recuerda a tu Lucía por su marca de nacimiento en el cuello. Dijo que la niña se llama Sofía y lleva su apellido. Fue hace cinco años” mi colega observaba mi reacción con interés.

Me quedé helado al volante. ¡Qué golpe! Decidí aclararlo yo mismo. Sabía que Lucía no tenía dieciocho años, tenía treinta y dos al casarnos. Había tenido una vida antes que yo. Pero ¿por qué abandonar a su hija? ¿Cómo vivir con eso?

Gracias a mi trabajo, encontré el orfanato donde estaba Sofía.
El director me presentó a una niña risueña: “Esta es nuestra Sofía López. Dinos cuántos años tienes, cariño.”
No pude evitar notar su fuerte estrabismo. Me dio mucha pena. Sentí un apego instantáneo. Al fin y al cabo, ¡era la hija de mi amada esposa! Como decía mi abuela: “Un hijo, aunque sea imperfecto, es un tesoro.”

Sofía se acercó con valentía: “Tengo cinco años. ¿Eres mi papá?”
Me dejó sin palabras. ¿Qué responder?
“Sofía, hablemos un momento. ¿Te gustaría tener una mamá y un papá?” la pregunta era obvia, pero ya quería abrazarla y llevármela a casa.
“¡Sí! ¿Vas a llevarme?” me miró con esperanza.

“Volveré por ti, pero más tarde. ¿Te quedarás esperando?” sentí un nudo en la garganta.
“Esperaré. ¿No mientes?” sus ojos eran serios.
“No miento” le di un beso en la mejilla.

Al llegar a casa, lo conté todo.
“Lucía, el pasado no importa, pero debemos traer a Sofía. La adoptaré.”
“¿Y me has preguntado a mí? ¿Yo quiero a esta niña? ¡Y además bizca!” Lucía alzó la voz.

“¡Es tu hija! Operaremos sus ojos. Es una niña maravillosa. Te encantará” su reacción me sorprendió.

Me costó convencerla. Tardamos un año en traer a Sofía a casa. La visitaba seguido en el orfanato. Formamos un vínculo fuerte. Lucía, sin embargo, nunca mostró interés y hasta quiso cancelar la adopción. Seguí adelante.

El día llegó. Sofía entró en nuestro piso por primera vez. Las pequeñas cosas la llenaban de asombro. Con el tiempo, los oftalmólogos corrigieron su estrabismosin cirugía. Me alegré.

Sofía era el vivo retrato de Lucía. Dos mujeres hermosas iluminaban mi vida: mi esposa y mi hija.

Pero Lucía nunca la quiso. Sofía guardaba galletas por la noche, temerosa de pasar hambre. A Lucía le molestaba. A mí me partía el corazón.

“¿Por qué trajiste a esta salvaje? ¡Nunca será normal!” gritaba histérica.

Amaba a Lucía, pero mi madre me advirtió: “Hijo, es tu vida, pero Lucía te engañará. Es hábil y egoísta.”

El amor ciega. Hasta que Sofía llegó. Noté la frialdad de Lucía. Un día, Sofía enfermó. Tiritaba, seguía a Lucía con su muñeca Lola.
“¡Deja de lloriquear! ¡Vete a la cama!” Lucía le arrancó la muñeca y la tiró por la ventana.

“¡Mamá, es mi Lola! ¡Tendrá frío!” Sofía lloró desconsolada.

Bajé corriendo. La muñeca colgaba de una rama, cubierta de nieve. Al subir, sentí que me encanecía. En la habitación, Sofía dormía, aún sollozando. Coloqué a Lola a su lado.

Lucía estaba en el salón, indiferente. En ese momento, mi amor por ella se esfumó. Era un cascarón vacío.

Nos divorciamos. Sofía se quedó conmigo. Más tarde, Lucía se casó con un empresario. “Pobre de éldijo mi madre. Esa mujer nunca debió ser madre.”

Sofía lloró por su ausencia. Pero mi nueva esposa, Isabel, la cuidó con ternura, junto a nuestro hijo, Nicolás.

Así aprendí que el amor verdadero no es apariencia, sino el calor que das a quienes te necesitan.

Rate article
MagistrUm
Un secreto revelado el día de mi boda: ¡mi esposa tiene una hija!