¿Un piso para dos? ¡Ni de coña!
Voy a ceder el piso a María y me mudaré contigo. De todas formas vives sola dijo Alicia sin preguntar nada.
¿De dónde sale esa voz de hombre que tienes? exclamó su madre con tono severo, como si Nieves tuviera trece años y no treinta y dos.
Televisión, mamá. ¿Qué quieres? respondió Nie Nie rápidamente, queriendo acabar la conversación.
Tenemos que hablar, en serio insistió su madre antes de colgar. Así de típico: siempre dice algo y nunca pregunta.
¡Álvaro! gritó Nieves, lanzando el móvil al sofá.
¿Qué ocurre? salió de la cocina, con dos tazas de café en la mano.
Mi madre viene esta tarde.
¿Quieres que me quede?
No hace falta. Lo resolveré sola
**Los fantasmas del pasado**
Los recuerdos son como fotos en un álbum; algunos se desvanecen, pero lo esencial perdura. Nieves tenía once cuando sus padres se separaron. Su hermana María aún jugaba con muñecas, mientras Nieves ya había aprendido a leer entre líneas a los adultos.
Ya no puedo, Carmen le dijo su padre. Esta relación no es más que una sombra.
¿Y los niños? replicó la madre, con la voz quebrada como cristales.
Tras el divorcio, el padre empacó en silencio sus cosas: su sillón favorito, la taza gastada, los libros todo desapareció poco a poco.
Nieves se convirtió en el puente entre dos mundos: la dureza de la madre y la calma del padre. María, por su parte, decidió que el padre era un traidor y la madre una mártir.
**La vida adulta**
Nieves se trasladó a Madrid para estudiar. Trabajó duro, con la firme intención de algún día tener su propio hogar. María, en cambio, cursó unos talleres, se hizo diseñadora de uñas y se casó casi al instante.
El padre falleció, dejando sólo recuerdos felices y un vacío imposible de llenar.
La madre solo se aparecía para pedir dinero o quejarse:
María está embarazada, ayúdale. Javier gana poco y en el salón ni siquiera la contratan bien
Nieves suspiró, exhausta.
Sabía a lo que se había comprometido. Esa fue su elección.
**El nido propio**
Años después, Nieves compró el piso de sus sueños. Todo aquello la alcanzó con esfuerzo, sudor y lágrimas.
Qué bonito apartamento comentó la madre, mirando a su alrededor. Algo así le vendría bien a María, en vez de vivir en una residencia con el bebé Y tú, aquí sola, en este palacio. No es justo.
Porque María siempre creyó que le correspondía todo. Yo he trabajado por lo mío.
Entonces, mucho tiempo después, llegó una sorpresa inesperada:
He decidido que el piso será para María. Yo me mudaré contigo dijo la madre, sonriendo y recorriendo cada rincón.
No replicó Nieves, corta. Este es mi hogar.
¿Qué significa no? Ya lo tengo decidido.
Entonces vete a vivir con María. Esto no es un hotel.
¡Eres tan fría como tu padre!
Gracias. Él me quiso y nunca puso condiciones.
La puerta se cerró de golpe. Solo quedó silencio y una sensación de alivio.
En el móvil parpadeó un mensaje:
¿Cómo ha ido todo?
Nieves sonrió y contestó:
Pásate por aquí. Te enseño a preparar un buen flan casero.
Al final, aprendió que la verdadera libertad no depende de la aprobación ajena, sino de la capacidad de decidir por uno mismo y respetar los límites que uno mismo se impone.







