Un perro corrió por el pasillo del hospital con un paquete negro en la boca: cuando los médicos lo alcanzaron, descubrieron algo escalofriante

**Diario de un Hombre**
Era un día normal en el Hospital General de Madrid. El aire acondicionado zumbaba en recepción, las enfermeras anotaban datos de los pacientes y los médicos charlaban en los pasillos mientras las gotas de los sueros caían lentamente en las habitaciones.
La enfermera jefa revisaba el cuaderno de turno cuando, de pronto, escuchó un rápido repiqueteo de uñas contra el suelo de cerámica.
Apareció un perroun animal grande, de pelaje rojizocorriendo con seguridad, como si supiera exactamente adónde iba. Entre sus fauces llevaba una bolsa negra, bien cerrada con un nudo.
La enfermera levantó la vista y exclamó:
¡¿Qué hace un perro aquí?! ¡Esto es una falta de higiene! ¡Sáquenlo!
Dos médicos, al oírla, salieron corriendo para interceptarlo: el cirujano y la enfermera de guardia. Intentaron alcanzarlo, pero el animal era más rápido. Esquivó a los pacientes, ignoró las miradas de asombro y siguió avanzando por el largo pasillo.
Algunos enfermos asomaban la cabeza desde sus camas, riendo o murmurando entre ellos, pero el perro no les prestó atención. De repente, se detuvo frente a una puerta con un letrero rojo. La bolsa se le cayó de la boca y comenzó a gemir, luego a ladrar con desesperación. Se levantó sobre sus patas traseras y arañó la madera, como suplicando que lo dejaran entrar.
Los médicos, al fin, lo alcanzaron, y entonces entendieron por qué aquel perro se comportaba de manera tan extraña.
La enfermera, jadeando, recogió la bolsa y la abrió con cuidado. Todos contuvieron el aliento: dentro yacía un cachorro diminuto, respirando con dificultad, con una pata torcida en un ángulo antinatural. Su pelaje estaba manchado de sangre.
Lo lo trajo para que lo ayudáramosmurmuró el cirujano.
Más tarde supieron que el cachorro había sido atropellado cerca del hospital. El perro, sin duda, era su madre. De algún modo, había sabido que allí podrían salvar a su cría.
Los médicos improvisaronno había quirófano para animales, pero el cirujano, compadecido, junto con otros dos colegas, encontraron los instrumentos necesarios. Vendaron la herida, colocaron una férula y le administraron una inyección.
Todo el personal se maravilló de la inteligencia y determinación del animal. Mientras trabajaban, el perro esperó junto a la puerta, gimiendo suavemente, sin apartar la mirada de su pequeño.
Cuando terminaron y le entregaron al cachorro, la madre lo olió con cuidado, le lamió el hocico y luego recostó su cabeza junto a él, como queriendo calmarlo.
**Reflexión:** A veces, el instinto de protección supera cualquier barrera. Ni el miedo ni el desconcierto impidieron que esa madre hiciera lo imposible por salvar a su hijo. En este mundo, el amor verdadero no entiende de especies ni de normas.

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Un perro corrió por el pasillo del hospital con un paquete negro en la boca: cuando los médicos lo alcanzaron, descubrieron algo escalofriante