En el zoológico, un niño terminó en medio de la jaula de un león… El miedo paralizó a la multitud, y lo que sucedió después quedó grabado para siempre en sus corazones.
Todo transcurría con normalidad en el zoológico: risas de niños, una brisa ligera y los rugidos apagados de los animales de fondo. Yo paseaba por los senderos con mis nietos, disfrutando del día, cuando de pronto un grito desgarrador resonó. Un hombre corrió hacia el recinto del león, gritando pidiendo ayuda.
La gente se acercó y, al ver la escena, se quedó helada: ¡un niño pequeño yacía junto al león! El pequeño estaba acurrucado en un rincón del recinto, demasiado cerca del imponente depredador…
Todos contuvieron el aliento. El león alzó lentamente la cabeza y miró al niño con sus ojos dorados, como si lo evaluara. Dio unos pasos, elegante y seguro, como si intentara decidir si era un amigo o una amenaza.
Algunos cerraron los ojos aterrorizados, otros buscaban desesperadamente cómo ayudar. Cada segundo parecía una eternidad.
El león se inclinó hacia el niño y comenzó a olfatearlo. De repente, enseñando los colmillos, rugió tan fuerte que los gritos de pánico se extendieron por todas partes, y todos temieron lo peor.
El niño, en pánico, lloraba encogido en un rincón. Su pequeño cuerpo temblaba de miedo, las lágrimas corrían por sus mejillas. El silencio era absoluto.
El león gruñó suavemente, levantó la cabeza y observó fijamente al pequeño.
Pero, en lugar de atacar como todos esperaban, se acercó con cuidado, lo lamió y rozó su hocico contra él, como si intentara calmarlo, igual que lo haría con sus propios cachorros cuando necesitan consuelo.
Poco a poco, el niño se tranquilizó. Con temblorosa mano, acarició el hocico del león, y este lo permitió con calma. Su contacto fue tierno y confiado, pese al peligro.
Finalmente, el león se retiró al otro lado del recinto, dejando espacio para que los trabajadores del zoológico y los rescatistas se acercaran con cuidado y sacaran al niño a salvo.