Oye, te cuento lo que pasó con nuestro abuelo, Julio Martínez. Con setenta años, siempre fue el pilar de nuestra gran familia. Su palabra era ley y su sabiduría, nuestro faro. Todos, hijos, nietos y bisnietos, lo respetábamos y seguíamos sus consejos… hasta hace poco. Él y nuestra abuela Carmen, que en paz descanse, estuvieron juntos más de cuarenta años, criando a nuestros padres, tres nietos y tres bisnietos. Éramos un clan unido, compartiendo alegrías, penas y todas las celebraciones en su casa de pueblo cerca de Toledo, con ese huerto que cuidaban con tanto cariño.
Era nuestro refugio. Nos juntábamos para todo: Navidad, veranos en la playa de Valencia, incluso les organizábamos escapadas a los balnearios de Almería. Ayudábamos con los gastos, y ellos nunca nos fallaban: mermeladas caseras, un dinerito cuando lo necesitábamos, hasta nos echaron una mano con la hipoteca. Su amor era nuestro tesoro.
Pero hace tres años, la abuela falleció, y todo se vino abajo. El abuelo se hundió. Se refugió en las tareas del campo, aunque ya no tenía fuerzas. Le rogamos que se viniera a la ciudad, pero él, terco, decía: “Esta es mi tierra. Aquí nací y aquí me quedo. Y Encarna me ayuda”.
Encarna, la vecina, empezó a llevarle comida. Al principio, nos alivió que no estuviera solo. Pero luego se mudó con él, y al año, nos soltaron la bomba: se casaban. Fue un mazazo. Mi padre, el mayor, estalló. Dijo que el abuelo traicionaba la memoria de la abuela. La familia se resquebrajó.
Y después vino lo peor. Encarna puso reglas: visitas solo con aviso, nada de nuestras cenas tradicionales. Ahora solo veían a *su* familia. Hasta los regalos de la abuela, joyas que debían ser nuestras, se los dio a sus hijas. Si llamábamos, ella escuchaba. El abuelo, antes tan cariñoso, se volvió distante. Frío.
Intentamos explicarle: no queríamos su casa ni su dinero. Solo queríamos *a él*. Pero él nos dijo: “Alejaos de mi nueva familia”. Palabras que nos partieron el alma. ¿Cómo podía el hombre que nos unió a todos, apartarnos así? Ahora, nuestra familia, antes tan fuerte, se desmorona… y no sabemos qué hacer.