Un buen hombre en circunstancias complicadas

¡Mamá, no lo entiendes! Entre ellos ya no hay nada, ella se ha puesto embarazada a propósito para mantenerlo bajo su tacón exclama Cayetana, jadeando de indignación. ¡No quiere soltarlo!

María levanta los ojos al cielo y suspira. Parece que tiene una buena hija: guapa, lista, con estudios universitarios. Pero parece ciega, no logra ver lo evidente.

Cayetana, ¿te oyes a ti misma? ¿Cómo puede embarazarse a propósito de un hombre con quien ya no hay nada? ¿Estaba inconsciente? ¿Será un milagro de concepción virginal o alguien te está tomando el pelo? ¿Qué te parece más plausible?

Cayetana bufó como si la madre dijera tonterías.

Ay, mamá, quizá lo haya intoxicado o le haya sido infiel. No sé cuántas mañas tienen nosotras, las chicas.

María arquea una ceja y parpadea despacio. Mañas La naturaleza no se engaña. No será fácil explicárselo a la hija.

Cayetana, cariño, abre los ojos. No se separan porque él sea un padre ejemplar, sino porque él nunca quiso hacerlo. Siempre le ha bastado.

¡Eso es mentira! arde la hija. ¡Tú no lo entiendes! Yo lo conozco mejor. Es buena gente, solo que las circunstancias

María ya no aguanta más. Cayetana defiende a Alejandro, y él la usa. María lo ha visto y escuchado antes, siempre se ha contenido, pero hoy el límite se ha roto. Tres años de mentiras, tres años viviendo entre dos familias, tres años de reproches y lágrimas de su niña El vaso se ha desbordado.

Sabes qué interrumpe María a su hija ya no tengo fuerzas. Me cansa verte desperdiciar tu vida con ese patán. Buscaré a tu malvada Ana y le escribiré. Le contaré que, según él, su matrimonio está al borde del divorcio. Veremos qué dice. Apuesto a que ni siquiera sabe que su marido está casi libre.

¡Mamá! se levanta Cayetana de un salto. ¡No te atrevas! ¡Es nuestro asunto! ¡Nunca te lo perdonaré!

María se recalma un instante. No, no puede actuar así Además de ser vil, arriesga quedar sin hija. Necesita buscar otra vía.

Entonces compruébalo tú misma propone la madre si él tanto ama a sus hijos y es tan honesto, dilo tú que estás embarazada. De él. Veamos cómo actúa ese caballero de cuentos.

Cayetana se queda paralizada, luego hace una mueca de asco.

¡Qué bajo! Manipular así es despreciable.

Es bajo alimentar a una chica con cuentos y robarle los mejores años mientras él se aprovecha de todo. Eso es la prueba de la escasez.

Cayetana frunce el ceño, aprieta su bolso y sus dedos tiemblan.

Ya no quiero seguir hablando de esto. Te he contado, buscaba tu apoyo y tú Ten en cuenta que si intentas meterte con su esposa, yo ya no volveré a hablarte.

María se queda sola en la cocina, exhala. La hija buscaba apoyo ¿Qué tipo de apoyo? ¿Que la madre la consintiera, le acariciara la cabeza y le asegurara que todo iba a estar bien? Tal vez al principio sí, pero no ahora.

Hace tres años vivíamos juntos, aunque Cayetana ya tenía su propio piso. Ambas acordamos que sería más cómodo. Cayetana alquilaba su piso y yo simplemente disfrutaba de la compañía de mi hija.

En algún momento Cayetana empezó a cambiar. Sonreía sin razón, renovó su armario, pasaba horas frente al espejo antes de salir. María no formuló preguntas y se alegró en silencio, creyendo que la vida amorosa de su hija mejoraba.

Mamá, creo que me mudaré a mi propio piso anuncia Cayetana tengo un novio.

Al acercarse la Nochevieja, todas esas ilusiones se desmoronan.

Cayetana, al menos preséntame a tu chico. Parece que lo tenéis serio. ¿Vendrás con él a mi casa para Nochevieja? Así lo pasamos juntos propone María.

Al principio Cayetana se muestra reacia. Queremos estar solos. Después menciona que él no tiene horario y quizá deba trabajar la noche del 31 de diciembre.

Cayetana, no te hagas la sorda. Veo tus ojitos que evitan la pregunta dice María directamente.

Es que Mamá, no podrá. Está casado responde Cayetana, mientras la madre arquea una ceja pero con su esposa no hay nada, solo los hijos. Él vive con ella por los niños y por Nochevieja estará allí.

María siente un escalofrío. Se sienta para no caer.

Cayetana ¿Por qué con un casado?

Él prometió divorciarse, pero no ahora. Ahora es un mal momento.

¿Y cuándo? Prometer no equivale a casarse, Cayetana

Su madre sufrió un ictus, no puede alterarla. Cuando mejore un poco, entonces el divorcio.

María intenta argumentar, da ejemplos de la vida, pero Cayetana ya habita su propia realidad creada por las palabras de Alejandro.

El padre enfermo no es el único problema. Cada día Alejandro saca excusas para evadirla: la depresión de su hija, el despido de su esposa. Cada excusa hiere el corazón de María.

Al fin, Cayetana llega llorando a su madre después del 8 de marzo.

Resulta que Alejandro le pidió que preparara un regalo para sus hijos: un juego de jabones artesanales. Cayetana lo hizo sin sospechar nada. Pero la esposa de Alejandro, esa misma noche, subió fotos del juego, un ramo y otros regalos.

Le puse el alma, quería sorprender a los niños y él me trata así llora Cayetana No puedo seguir, lo mandaré lejos mañana.

Al día siguiente cambia de postura.

Mamá no podía haberle regalado solo jabones a los niños. Todos los usarán.

Así se repite: Alejandro se va al Mediterráneo con su esposa, le regala un anillo en Nochevieja, a Cayetana solo una lámpara. Cada vez Cayetana llora en el hombro de su madre y al día siguiente busca excusas.

El último desliz es el embarazo de la esposa de Alejandro. Cayetana insiste en que él no tiene nada que ver, culpa a Ana.

María sufre al ver cómo su hija entrega su juventud, su fe y su amor al fuego de otro hogar. Pensó en escribir a Ana, pero no podía traicionar a su hija. Solo queda esperar.

Un mes tras la pelea se hace eterno. Cada día María revisa su móvil diez veces, esperando una llamada o un mensaje, pero el teléfono guarda silencio.

Una noche, agotada, se queda dormida y su móvil suena. Cayetana. El corazón se te sube a la garganta.

Mamá solloza la hija antes de que María pueda hablar.

¡Cayetana! ¿Qué ocurre? ¿Dónde estás? pregunta María, arrancando ropa del armario.

Lo que oye es un torrente de pensamientos. Cayetana le cuenta que siguió el consejo y confrontó a Alejandro para probar que todo estaba bien. Alejandro, al enterarse del embarazo, responde:

Cayetana, eres lista, pero ahora no es momento. Tengo mil problemas en el curro y no solo eso dice lo resolveré a escondidas y te ayudaré con dinero si hace falta.

Pero esto es nuestro hijo ¿Y Ana? insiste.

No le des vueltas. Tengo que irme. Piensa en ello.

Desde entonces Alejandro no contesta.

Cayetana vive un infierno. Llama y escribe cada hora, él lee pero no responde.

Una semana después ve en la cuenta de un amigo una foto: un café, grupo grande, Alejandro abrazando a una desconocida, sin su esposa. Fecha: la noche anterior.

El mundo se le cae encima. Intenta contactar a Alejandro a través del amigo, pero

Me pidió que te dijera que no quiere más hijos. Ya tiene dos y se avecina otro. Además, está harto de tus crisis confiesa el amigo y quiere que lo resuelvas tú misma.

Alejandro nunca dice directamente que se acabó, que tiene otra (de hecho dos) y que no piensa casarse con Cayetana, pero el mensaje es claro. El castillo de promesas se derrumba en segundos. Alejandro pasa de caballero a patán, cómodo con una joven enamorada mientras no le suponga sacrificios.

María llega en taxi, pasa la noche con Cayetana y la lleva a casa. No la culpa, no le exige reconocer la razón. Simplemente está allí.

Las primeras semanas Cayetana está pálida, casi no come, no ve series, no hace jabones. Va al curro como en piloto automático, pero ya no excusa a Alejandro.

María saca los ahorros de sus vacaciones y le entrega a su hija un sobre.

Aquí tienes, es lo que necesitas. Vete a la playa, camina por la orilla y come frutas. No es mucho, pero con eso puedes ir al Cantábrico.

Cayetana duda, pero al final acepta.

Diez días después vuelve, bronceada, un poco más ligera, sin la tristeza en la mirada.

Mamá, en la playa he repasado todo en mi cabeza confiesa en voz baja sus palabras, sus actos He visto lo tonta que fui. Perdóname por todo, por gritar

María esboza una sonrisa, sin satisfacción maliciosa, solo contenta por la revelación de su hija.

Hija, no te rindas. Hay gente buena por ahí

Sí, pero ahora no es el momento. Primero voy a quererme a mí misma.

María asiente y la abraza. Se siente aliviada de que su niña haya escapado del precipicio donde estuvo tres años. La realidad vence al autoengaño. Cayetana se salva, recordando siempre el sabor amargo de la verdad para no volver a vender su vida por promesas baratas y fantasías ajenas.

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