Tu esposa arruina todas nuestras celebraciones, declaró la madre a su hijo.

-Lucia siempre nos arruina las fiestas -le dijo Carmen a su hijo.

-Lucia sugiere que nos reunamos todos mañana en un restaurante o en una cafetería -anunció Diego alegremente a su madre por videollamada.

-Buena idea, pero que sea Lucia quien elija el lugar por adelantado, así no acabamos cambiando de sitio después, -pidió tranquilamente Carmen a su hijo Diego.

-Ya hemos decidido, no te preocupes. Han abierto un nuevo restaurante en nuestra zona y mañana lo probaremos -respondió Diego con serenidad.

-Nuevo… Bueno, mándame la dirección y dime a qué hora debemos llegar con tu padre, -aceptó resignada Carmen.

-Ya lo he enviado, -dijo Diego antes de apagar el teléfono.

Poco después, Carmen recibió un mensaje de Diego con el lugar y la hora acordada. Carmen tenía dos nueras y un yerno, y se llevaba bien con todos excepto con Lucia.

Como se trataba de su nuera, Carmen decidió mantener las distancias y no dar lecciones de vida a Lucia.

El problema era que Lucia no sabía comportarse bien en la mesa y carecía de tacto.

Unos meses atrás, la familia se reunió en un restaurante, pero en vez de disfrutar la compañía y la comida, tuvieron que escuchar los caprichos de Lucia.

Que no le gustaba el plato, que el camarero no le sonreía, que el menú era limitado.

Por este último motivo, tuvieron que cambiar de restaurante varias veces en la misma noche.

Incluso entonces, encontró algo para criticar. Lucia pidió una ensalada y solicitó que no añadieran cebolla.

-Aquí tienes tu ensalada, como pediste, sin cebolla -dijo el camarero al dejar el plato frente a Lucia.

-¿Y qué es eso sobre la ensalada? -preguntó Lucia, señalando con disgusto una ramita de perejil.

-Es una ramita de perejil como adorno, -respondió el camarero con confusión.

-¿He pedido yo perejil en mi ensalada? -continuó quejándose Lucia.

-Si quieres, puedo quitártelo, en la ensalada no hay perejil, -propuso el camarero como una solución razonable.

-Quítame toda la ensalada, se me han quitado las ganas… Tráeme mi batido, -ordenó Lucia con altivez, mirando por la ventana.

Se cumplieron todos sus caprichos sin una queja del personal, pero la atmósfera de la noche ya se había arruinado.

Lucia se quedó con el ceño fruncido mientras los demás disfrutaban de la comida, por lo que salir con ella era un suplicio.

Sin embargo, incluso las reuniones familiares con ella eran tensas, ya que sus quejas y actitudes echaban a perder cualquier ocasión.

Durante el funeral de la tía de Diego, Lucia no pudo evitar hacer un escándalo.

-¿Quién preparó estas tortillas? ¡Son de goma! -exclamó en voz alta.

-Cariño, no hace falta que lo grites, simplemente no las comas, -trató de calmarla Carmen, al ver las miradas incómodas de sus familiares.

-¿Y qué hay para comer, entonces? Yo le preparo cosas mejores a mi perro, y las bebidas son de mala calidad -respondió con desdén Lucia.

-No estamos aquí para comer, sino para recordar a una persona; así que, por favor, muestra un poco de respeto y deja las quejas, -murmuró Carmen.

-¡Eso es lo que pasa! Nos convocan a recordar a alguien, y no hay cómo hacerlo -replicó Lucia con tristeza.

Parecía que la situación incómoda había terminado, pero no fue así.

Más tarde, varios familiares llamaron a Carmen para contarle cómo Lucia se quejó de la comida en el funeral.

Carmen sintió vergüenza y decidió no invitar más a su nuera a estos eventos.

Se acercaba su cumpleaños, y sabiendo que Lucia vendría con Diego, Carmen pospuso la celebración, alegando malestar.

Diego tenía un viaje de negocios pronto, y Carmen esperaba ese momento para celebrar sin Lucia.

Una vez Diego la llamó desde otra ciudad, Carmen invitó a los demás familiares a celebrar su cumpleaños.

Por supuesto, a Lucia no se le informó de la reunión familiar.

El cumpleaños de Carmen transcurrió en un ambiente alegre, sin invitados descontentos ni quejas sobre la comida o bebida.

Pudo disfrutar de una celebración tranquila con sus hijos después de dos años.

Pero la alegría tuvo un precio; al día siguiente, alguien publicó fotos de la fiesta en redes sociales y Lucia las vio.

-Hola, Carmen, ¿celebraste tu cumpleaños? -preguntó Lucia con tono ofendido.

-Sí, ya era hora, se había pospuesto bastante, -admitió Carmen.

-¿Por qué no me invitaron?

-Diego estaba de viaje, y pensé que sola te aburrirías…

-Me divierto siempre con vosotros, mala idea pensar lo contrario. ¿Y por qué no esperasteis a Diego? -inquirió con recelo Lucia.

-¿Por qué? Porque tu actitud siempre arruina las fiestas -respondió Carmen molesta, arrepintiéndose al instante.

-¿Yo arruino las fiestas? Pensaba que eras una buena mujer, pero eres una serpiente, -repuso Lucia antes de colgar.

Horas después, Diego llamó a su madre para reprenderla.

-¿Por qué tratas así a mi mujer? ¿Qué te hemos hecho? -le recriminó Diego a su madre.

-No me habéis hecho nada, pero Lucia siempre estropea las celebraciones, y tú no haces nada al respecto, -confesó Carmen.

-¿Cómo es que las arruina? -preguntó Diego sorprendido.

-Con sus quejas y comportamientos. Con ella no se puede disfrutar ni en un restaurante ni en casa. Siempre encuentra algo para criticar, -dijo Carmen finalmente.

-Es simplemente honesta y directa, a diferencia de vosotros, y siempre te ha tratado como a una madre.

-La honestidad y la mala educación no son lo mismo. Si quiere ser mejor conmigo, que se comporte adecuadamente.

-De acuerdo, hablaré con ella y le explicaré. Pero promete que siempre la invitarás a las fiestas -negoció Diego, suavizando el tono.

-De acuerdo, pero bajo tu responsabilidad. Veremos en la próxima cena cómo se comporta, -aceptó Carmen a regañadientes.

Lucia no cambió del todo; intentó controlar sus impulsos, pero le costaba.

Carmen decidió ignorar sus gestos, ya que no quería discutir más con Diego, eligiendo así el mal menor.

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Tu esposa arruina todas nuestras celebraciones, declaró la madre a su hijo.