Tras el funeral de nuestra hija de 15 años, mi marido no dejaba de insistir en que tiráramos todas sus cosas, pero mientras ordenaba su habitación, encontré una nota extraña: “Mamá, mira debajo de la cama y lo entenderás todo”. Cuando miré, vi algo horrible…
Después del entierro de nuestra única hija, que apenas había cumplido los 15, la vida pareció detenerse.
Recuerdo estar junto a su tumba, apenas sosteniéndome en pie.
La gente a mi alrededor murmuraba palabras de consuelo, pero apenas las escuchaba. Solo veía su ataúd blanco.
Mi marido, una y otra vez, repetía:
Hay que deshacerse de todo lo suyo. Son solo recuerdos. Nos atormentarán si los guardamos.
No entendía cómo podía hablar así. No eran solo objetoseran su esencia, su olor, sus vestidos, sus juguetes. Me resistí todo lo que pude, pero al mes, cedí. Entré en su habitación, donde no había puesto un pie en semanas.
Al abrir la puerta, todo parecía intacto. En el aire flotaba un tenue aroma a su perfume, y sobre la mesa, un cuaderno abierto.
Toqué cada objeto con cuidadoun vestido, una horquilla, su libro favorito. Lloré, abrazándolos como si con eso pudiera traerla de vuelta por un instante.
De pronto, de un libro escolar cayó un papel doblado. El corazón me dio un vuelco.
Era su letra.
Decía: “Mamá, si estás leyendo esto, mira bajo la cama ahora mismo. Lo entenderás todo”.
Lo releí varias veces, las manos temblorosas. El pecho se me oprimió. ¿Qué quería decir?
Con un nudo en la garganta, me arrodillé y miré bajo la cama… y lo que vi me dejó helada.
Con manos temblorosas, saqué una bolsa vieja. Dentro había cuadernos, una cajita con pequeños objetos… y el móvil de mi hija. El mismo que mi marido dijo que había “perdido”. El corazón me latió con fuerza.
Lo encendíaún funcionaba. Lo primero que vi fue su chat con su mejor amiga, Lucía.
Fragmentos de la conversación:
15 de febrero, 22:17
Hija: No aguanto más
22:18
Lucía: ¿Qué pasa?
22:19
Hija: Papá me ha gritado otra vez. Dijo que si mamá se entera de algo, hará que nos arrepintamos las dos…
22:21
Lucía: Dios mío, me asustas… ¿Te ha pegado?
22:22
Hija: Sí… otra vez. Tengo un moratón en el brazo. Le digo a mamá que fue en el instituto, pero… tengo miedo
22:24
Lucía: ¡Tienes que decírselo a tu madre o ir a la policía!
22:26
Hija: Dice que me matará si hablo. Cuando se enfada… da miedo.
22:28
Lucía: Pero no puedes guardarte esto…
22:29
Hija: Solo te lo cuento a ti. Si algo me pasa, que sepas… que fue él.
Las palabras me quemaban. Cada mensaje se clavaba en mi mente. Las releía una y otra vez, mientras recordaba su mirada asustada, cómo se había encerrado en sí misma esos últimos meses.
No quise creer que algo grave ocurría…
Y entonces lo entendí.
Mi hija no se fue por voluntad propia.
Fue víctima del hombre que creí conocer mejor que nadie.