Traición en la red: el misterio de la cuñada

Traición en la red: el secreto de mi nuera

Me llamo Consuelo, y mi corazón se desgarra de dolor y dudas. En nuestro tranquilo pueblo a orillas del Tajo, crié a mi hijo sola, dándole todo mi amor. Ahora que ha encontrado la felicidad, me enfrento a un descubrimiento aterrador: mi nuera parece estar traicionándolo. Las fotos en una página de citas, sus mentiras y su miedo a ser descubierta me obligan a elegir entre decirle la verdad a mi hijo o callarme para no destruir su mundo. Temo que mi decisión recuestre todo para siempre.

Tengo 46 años y soy madre soltera. Mi hijo, Álvaro, de 27, es mi orgullo. Su padre me abandonó al enterarse del embarazo, y a los 19 años me quedé sola con un bebé. Para que Álvaro nunca pasara necesidad, trabajé en dos empleos, y mi madre fue mi salvación, ayudándome a criarlo. Álvaro creció inteligente, bondadoso, sin dar problemas ni en la infancia ni en la adolescencia. Tras el instituto, estudió en la universidad y ahora trabaja como ingeniero, ganando bien. Siempre soñé con verlo feliz.

Cuando Álvaro llevó a casa a Nuria, me puse en guardia. Era deslumbrante, pero demasiado vanidosa: su perfil en redes rebosaba fotos posando con ropa cara. Me pareció una mimada, pero vi la felicidad en los ojos de mi hijo. Estaba locamente enamorado, y yo callé, sin querer entrometerme. A los seis meses se casaron, y Álvaro pagó toda la boda. Nuria no trabajaba, y eso me molestaba. «El hombre debe mantener a la familia —me dijo él—. Si Nuria no quiere trabajar, no lo hará. Gano suficiente». Incluso me ayudaba económicamente, así que decidí no meterme en sus vidas.

Pero las dudas no se iban. Nuria me parecía demasiado egoísta, y notaba que no valoraba a Álvaro. Él la adoraba, y ella lo daba por sentado. Intentaba apartar esos pensamientos, pero todo cambió cuando decidí dar una oportunidad a mi vida sentimental. A mi edad, parezco más joven, y una amiga me convenció de abrir un perfil en una app de citas. Al principio me pareció una tontería, pero accedí. Mi amiga creó el perfil, subió fotos, y empecé a hablar con hombres, esperando encontrar compañía.

Un día, navegando entre perfiles, di con uno que me heló la sangre. Era Nuria, mi nuera. Su cuenta estaba activa, con docenas de fotos, algunas provocativas, que nunca había visto en sus redes. Posaba con ropa sensual, con miradas insinuantes, como invitando a los hombres. Me quedé paralizada, incapaz de apartar la vista, mientras la rabia y el dolor me invadían. ¿Cómo podía hacerlo? Álvaro trabajaba para mantenerla, y ella, a sus espaldas, coqueteaba con desconocidos.

Decidí hablar con ella. Cuando fui a su casa, me recibió con su sonrisa habitual, pero al ver mi expresión, palideció. «Nuria, he visto tu perfil en la app de citas», dije, conteniéndome. Ella titubeó: «Yo… ¡no sé nada de eso! Alguien habrá robado mis fotos de las redes». Pero su voz temblorosa y sus ojos esquivos delataban la mentira. «Hay fotos que no están en tus redes —corté en seco—. Explícame». Nuria entró en pánico: «¡Por favor, no se lo digas a Álvaro! Ya es celoso, ¡esto lo destrozará!». Su súplica solo aumentó mis sospechas. Si era inocente, ¿por qué tanto miedo?

Quise creerle, pero no pude. Las fotos, su nerviosismo, su petición de silencio… todo gritaba traición. Volví a casa, y esa noche no pude dormir. Álvaro adora a Nuria, vive por ella, y ella parece engañarlo. Mi alma se partía: ¿decirle la verdad, arriesgándome a romperle el corazón, o callarme, permitiendo que ella lo utilizara? Recordé lo duro que fue criarlo sola, lo que ansiaba su felicidad. Y ahora esa felicidad peligraba por una mentira.

Cada día revivo el instante en que vi su perfil. Me la imagino escribiendo a otros hombres, riéndose de la inocencia de Álvaro mientras él trabaja para satisfacer sus caprichos. Es insoportable. Pero peor aún es pensar cómo reaccionará él al saber la verdad. La ama tanto que podría no creerme o incluso odiarme por destrozar sus ilusiones. Temo perder su confianza, pero callarme sería ser cómplice de su engaño.

Sentada en mi pequeño piso, miro una foto de Álvaro y siento cómo las lágrimas me queman los ojos. No sé qué hacer. Contárselo es arriesgar su felicidad y nuestra relación. Callarme es traicionarlo, permitiendo que Nuria siga jugando. Mi amor por él lucha contra el deseo de protegerlo, y ninguna opción parece correcta. ¿Qué hago? ¿Cómo salvar a Álvaro del dolor sin destruir nuestra familia? Estoy al borde del abismo, y cada paso podría ser fatal.

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