Traición, conmoción y misterio. La historia que ha dejado a todos en vilo.

Natacha estaba preparando la cena cuando llamaron a la puerta. Al abrir, se encontró con una mujer desconocida de su misma edad.

“Buenas tardes. ¿Eres Natacha?” preguntó la visitante inesperada.

“Sí, soy Natacha. ¿Tú quién eres? No creo haberte visto antes…”

“No me conoces. Soy una buena amiga de tu marido.”

“¿De Óscar?”

“De Óscarito…” corrigió la mujer con familiaridad.

“Vaya, ya veo. No me sorprende que lo llames así… aunque suele ser por teléfono cuando pasa esto. ¿Cómo debo llamarte?”

“Me llamo Lola… Verás, es que…”

“No te preocupes, Lola. ¿Sois tú y mi marido amantes? ¿Y yo os estorbo en vuestra felicidad?”

“¿Cómo lo sabes?”

“No eres la primera que viene a decirme esto. Pero te diré que no lo retengo, puedes llevártelo hoy mismo. ¿Qué excusa te ha dado? ¿Que tenemos niños pequeños y no puede abandonarme?”

“No, nada de eso… Sé que vuestros hijos ya son universitarios…”

“¿Entonces? ¿Que estoy enferma y él se queda por compasión? Como ves, estoy perfectamente sana.”

“Tampoco me dijo eso.”

“¿Qué otras mentiras te ha contado? ¿Que lo despedirían si se divorcia? Pues te engañó. A su jefe le importa un bledo su vida privada.”

“No, nada de eso… Me dijo que debíamos esperar… hasta que… hasta que tu padre faltara…”

Natacha se quedó helada. Su padre, don Antonio, apenas rozaba los setenta, cuidaba su salud y no pensaba morirse precisamente.

“Debes confundirte…”

“Óscar me dijo claramente que cuando don Antonio ‘partiera’, él te dejaría inmediatamente.”

“¿Y por qué no antes? ¿Le da miedo mi padre? No le hará nada, te lo aseguro.”

“No es miedo, dice que lo respeta mucho… Pero asegura que cuando eso pase, tú te mudarás a su piso.”

“¿Qué? ¿Cómo se atreve? Mi padre está estupendo y vivirá muchos años. Además, ¡no pienso mudarme de mi casa! Es de mi propiedad antes del matrimonio y no pienso regalársela.”

“Pero Óscar dice que el piso será suyo, y que tú te quedarás con el coche, el garaje y la casa de campo…”

“Interesante… ¿Y por qué no esperasteis a que pasara todo esto antes de venir?”

“Es que… Ya no soy joven y quiero disfrutar mi felicidad. No me importa si tiene piso o no, podemos vivir en el mío.”

“Pues entonces, ¿qué quieres de mí?”

“Solo que dejes libre a Óscar…”

“Llévatelo.”

“¿Cómo?”

“No lo retengo. Nunca lo he hecho. Al principio lo amé, luego pensé que los niños necesitaban padre… Últimamente parecía haberse calmado. Pero me equivoqué.”

“Así que… ¿lo dejarás? ¿De verdad?”

“Claro. Puedes llevarte sus cosas ahora mismo.”

“No, qué va… Óscar las recogerá cuando quiera. Lo importante es que lo dejes ir.”

“Descuida, hoy mismo. Mañana presentaré el divorcio y repartiremos los bienes como diga el juez. El piso no, eso sí, me lo dejó mi abuela y mis padres pagaron la reforma. Mi padre guarda todos los recibos, es muy meticuloso… Pero tú tienes casa, ¿no?”

“Sí, no te preocupes, Óscar no se quedará en la calle.”

“Por eso no me preocupo. Siempre ha sabido apañárselas.”

“Adiós, Natacha…”

“Adiós, Lola. Espero no volver a verte.”

Mientras Lola se iba, Natacha comenzó a hacer las maletas de su marido. No pensaba discutir, pero sabía cómo hacer que se fuera por su propia voluntad. Él creería que podría volver como siempre, pero esta vez sería diferente.

“Es increíble… Esperar a que mi padre falte para quedarse con mi piso… Se ha pasado. Y la culpa es mía por aguantar tantos años. Basta ya, Óscar, querido. Vete con tu Lola y vive…” pensaba mientras doblaba cuidadosamente su ropa.

Cuando Óscar llegó del trabajo, no notó nada raro, salvo que Natacha rehusó cenar con él. A él le daba igual, pensaba cenar rápido e irse de “paseo nocturno” como de costumbre.

“Cariño, gracias por la cena. Voy a dar una vuelta.”

“Claro, mi vida, vete. A tu edad es muy saludable pasear por las noches.”

“¿A qué edad? ¿Qué quieres decir?” se ofendió Óscar, que se consideraba un hombre en la flor de la vida.

“A los cincuenta ya no se es joven, cielo…”

“¡¿Qué?! ¡Yo estoy en plena forma!”

“¿De verdad? Lo dudo… Llevamos un año durmiendo separados…”

“¿Y qué?”

“Nada… Problemas de la edad, supongo. Aunque mi amigo Pedro, que tiene tu edad, está fenomenal. Últimamente me dice lo mucho que me echa de menos…”

“¿Qué Pedro? ¿De qué hablas?”

“Ay, qué pena… Cuando te mudaste a la otra habitación, pensé que debía hacer algo con mi vida. Tú ya no me necesitas, pero yo sigo siendo joven… Así que conocí a Pedro…”

“¿Qué edad? ¿Qué Pedro? ¡Explícate!”

“Pobrecito… Hace un año que no eres mi marido, solo mi compañero de piso. Pero no quiero eso. Aunque me das pena… Vete a pasear, reflexiona y luego hablamos.”

“¿Me das pena? ¡Yo tengo más energía que cualquier veinteañero!”

“No quiero discutir. Tú querías salir, pues vete.”

“Natacha, me voy. No soporto que una mujer me considere viejo. ¡Hazme las maletas! Y no esperes que te perdone. Podría pasar por alto lo de Pedro, cosas que pasan… ¡Pero que me compadezcas, eso no!”

“Las maletas ya están hechas. Si falta algo, avísame. Vete con Dios. Por cierto, parece que no podrás esperar a que mi padre ‘se marche’…”

“¿Qué tiene que ver eso?”

“Nada, solo lo comentaba. Vete, cariño. Supongo que no te opondrás al divorcio.”

“¿Yo? Claro que no. Pero no esperes quedarte con todo.”

“¡Qué va! No quiero ofender a alguien con tan poca memoria…”

“¿Qué quieres decir?”

“Pues que este piso no es tuyo, aunque hayas vivido aquí 25 años.”

“¿Y no lo vamos a repartir?”

“Por supuesto que no. Era de mi abuela. Mi padre tiene todos los documentos y facturas de la reforma. No puedes alegar que aportaste nada.”

“¡Pero yo pensaba…!”

“Pensabas mal. Aquí no hay tontos. Solo verdades que hoy han madurado. Vete, cielo. El juez te dará lo que mereces. Y adelante, a una nueva vida donde te valoren y te consideren joven y vigoroso…”

Óscar cogió una maleta y salió furioso, directo a casa de Lola, que lo esperaba con ansias.

Al día siguiente, Natacha solicitó el divorcio. Óscar no se opuso, disfrutaba viviendo con Lola, que lo mimaba y repetía lo joven y fuerte que era. En el reparto, él se quedó el coche y el garaje; la casa de campo fue para Natacha.

Vendida la casa, Natacha viajó a Sevilla con su padre. Luego a Barcelona… Don Antonio, en plena forma, no pensaba “marcharse” pronto, pues la vida le sonreía.

A los seis meses, Lola empezó a notar que Óscar se demoraba en sus paseos. Lo siguió, descubrió la verdad, y lo echó de casa. Óscar intentó reconciliarse, pero ella ni abrió la puerta.

Entonces pensó en volver con Natacha…

“Que piense que soy viejo, ¿y qué? Con que me dé una habitación…” razonaba al llegar a su antigua casa.

Pero los vecinos le dijeron que Natacha había vuelto a viajar con su padre. Óscar no sabía dónde ir. ¿Al garaje? Tenía luz, podía

Rate article
MagistrUm
Traición, conmoción y misterio. La historia que ha dejado a todos en vilo.