Todo vuelve en la vida: ¡Se divorció y regresó con su ex!

Lo que siembras, recoges… ¡Mi marido pidió el divorcio para volver con su ex!

Siempre creí que dominaba el arte de amar, pero la vida me enseñó una dura lección: cada decisión tiene sus consecuencias y, tarde o temprano, hay que afrontarlas.

Me casé a los 25 años; ni muy temprano ni muy tarde. El deseo de no volver a mi pequeño pueblo natal, donde todos te observan, me animó a quedarme en Madrid. Aquí podía disfrutar del anonimato que tanto anhelaba.

El novio de mi amiga…

Me refiero a Javier. Alto y de ojos marrones, era el novio de mi amiga de la escuela, Carmen. Esto solo aumentaba mi deseo de conquistarlo. Javier parecía también disfrutar del coqueteo a espaldas de Carmen.

Así, jugando, empezamos a salir mientras él seguía con Carmen. No me privaba de conocer a otros y tampoco lo ocultaba. Javier sabía que no era el único en mi vida, pero tampoco él era libre, ¿verdad?

Un día Javier me vio salir del coche de otro hombre. Esperó a que se fuera y se acercó a mí diciendo que teníamos que hablar. Me confesó que no quería compartirme, que no se imaginaba con otra mujer que no fuera yo. Propuso dejar a Carmen y empezar una vida juntos. La idea me atrajo, sobre todo porque resolvía mi situación de vivienda y me permitía molestar a la altiva Carmen.

Nos fuimos a vivir juntos, pero después de unas semanas me sentí aburrida; anhelaba diversidad y emociones fuertes. Lo comprendí cuando me encontré por casualidad con Carlos, uno de mis ex con quien me divertía mucho. Fuimos a tomar un café, nos relajamos y terminamos en su apartamento. Fue divertido y refrescante. Dos semanas después repetimos, y así comenzamos a vernos solo por placer, sin compromisos.

Poco a poco volví a mi estilo de vida anterior, saliendo con diferentes hombres. Finalmente dejé a Javier con una nota: «Ya no quiero vivir juntos». Simple y sin explicaciones.

Una vuelta inesperada…

Un mes después supe que estaba embarazada. Asustada, volví con Javier. Al enterarse del embarazo, me propuso matrimonio. Acepté, no por amor apasionado, sino porque me parecía la decisión correcta y sencilla. Además, me evitaba regresar al tedioso pueblo natal.

Un año después del nacimiento de nuestro hijo, volví a quedar embarazada, otro niño. Cuidar de dos pequeños y llevar la casa consumía todo mi tiempo. Javier trabajaba mucho, era ambicioso y solía llegar tarde. Quizás simplemente no tenía prisa por volver a casa con una mujer fatigada y unos niños ruidosos. Yo no era la mejor compañía: cansada, irritada, sin un momento libre. Esperaba a Javier para empezar a quejarme.

Pero… el karma llegó.

Tal vez se pregunten quién es el padre de mi hijo mayor. ¿Javier o alguno de mis ex? Para mí era irrelevante. Podría ser Javier o no. Me decía a mí misma: «Todos cometemos errores, era joven, no fue intencionado…»

Aún no sé quién es el padre de mi hijo mayor y probablemente nunca lo sabré. Todos creen que es Javier: él, nuestro hijo e incluso nuestros familiares.

Pero, ¿importa si Javier dejó de preocuparse por los niños de todas formas? No fue por dudar de su paternidad. Una noche, cuando los niños tenían 4 y 2 años, llegué a casa y encontré una nota: «He pedido el divorcio. No hay solución entre nosotros».

Nos divorciamos. Ahora crío sola a los niños. Javier paga una pensión que apenas alcanza. Al menos nos dejó el apartamento, para vivir allí hasta que los niños sean mayores de edad.

Y Javier finalmente se casó… con Carmen. Y ahora esperan a su primer hijo.

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