Te queremos, hijo, pero no nos visites más.

*Diario personal*

Hoy ha sido un día difícil. Hace cinco años que nuestro hijo, Alejandro, no nos visitaba. Vive en Madrid, sumergido en su trabajo y sus viajes con su nueva esposa. Ayer llamó para anunciar que vendría. ¡Qué alegría! Inmediatamente, papá salió en bicicleta al mercado de Toledo a comprar provisiones, y yo me puse a pensar qué platos prepararle para que se sintiera como antes.

Llegó al anochecer, cenó y se fue directo a dormir. Nos sentamos a su lado en silencio, observándolo. Estaba agotado del viaje. Papá, emocionado, susurró: *”Mañana descansará y luego nos ayudará con la leña, limpiaremos el establo y traeremos un abeto para decorar la casa, como hacíamos antes de Navidad.”* Yo añadí: *”Y hay que arreglar el suelo de la despensa, que está a punto de romperse.”*

Alejandro se levantó al mediodía. Desayunó y se sentó en el sofá a ver la tele. Le pedí que ayudara a su padre con la leña, pero contestó: *”Mamá, solo estoy unos días. Que papá encienda la chimenea si quiere.”* Sin rechistar, nosotros mismos sacamos agua del pozo para el baño.

Más tarde, papá le pidió que limpiara el establo. *”¿En serio, padre? ¿Crees que no estoy cansado del trabajo en la ciudad? Vine a descansar, no a hacer faenas.”* Después del baño, abrió una botella de vino y se quejó de todo: de su piso de lujo en Madrid, de su galgo de raza, de lo insatisfecho que estaba con su vida. Nosotros, agotados, nos fuimos a la cama. Él se enfadó, dijo que iría a casa de su hermana Lucía en el pueblo de al lado porque con nosotros *”era un aburrimiento.”*

Le quité las llaves del coche, rogándole que no condujera. Casi rompe la puerta de la rabia. Se encerró, subió el volumen de la tele hasta que retumbaba. Imposible dormir. Al final, papá entró y lo apagó; ya roncaba.

Hoy se fue al bosque, pero volvió con frío. Se acomodó en el sofá, feliz con el té caliente, como si nada hubiera pasado. Yo llevo todo el día con dolor de cabeza.

Al marcharse, le llenamos una cesta con conservas de la huerta. *”¡Qué generosos! Mi mujer adorará estos dulces. En Madrid tenemos de todo, pero no quiero desairaros.”* Y luego, con aire distraído: *”Ah, olvidé los regalos de Reyes. Bueno, para la próxima.”*

No pude más. *”Hijo, no vuelvas.*” Se me quebró la voz. *”Te queremos, pero si lo único que quieres es tumbarte en el sofá, hazlo en tu casa. Allá tendrás una tele mejor que la nuestra.”*

Se quedó callado, herido. Se despidió con la mano y se marchó. Ahora está de vuelta en su ruidosa Madrid, donde el caos lo espera. Y yo sigo aquí, con el corazón apretado.

Rate article
MagistrUm
Te queremos, hijo, pero no nos visites más.