Tatiana estaba feliz. Se despertó con una sonrisa de felicidad en el rostro. Sintió cómo Vadim respiraba a su lado, soplando en su nuca, y volvió a sonreír.

Lola estaba feliz. Se despertó con una sonrisa celestial y sintió a su lado a Víctor, respirando en su nuca; volvió a sonreír.
El dinero para la luna de miel ya estaba reservado. Ayer lo contó a Víctor y escuchó media hora sus elogios, diciendo que había hecho bien la elección y que no se había equivocado.

Hace unas semanas había dudado de su decisión. Víctor la presentó a su familia y ella sintió que esos extraños no le gustaban.
Sin embargo, el punto crucial era que ella era una novia rica, con un trono en forma de un viejo coche dos que su abuela le había dejado; allí vivían ella y Víctor.

Una habitación estaba cerrada con llave: la de la abuela. Lola la mantuvo tal como estaba en la vida de la abuela: su antiguo aparador, un sillón mecedor, un escritorio y estanterías llenas de cajas de lanas de colores. Después de la boda, esa habitación cambiaría pero ahora todo seguía igual.

A veces Lola entraba por la noche, se sentaba en el mecedor, encendía la lámpara vieja y reflexionaba. Víctor no soportaba esas pausas; las llamaba capricho y melancolía, pero no podía hacer nada. No entraba y gruñía que se perdía mucho espacio.

En su familia Lola era la mayor. Los padres pronto comprendieron que podía servir de niñera y trasladaron todas las atenciones de la hermana menor y del hermano a los hombros flacos de Lola. Pero siempre la regañaban: no limpió bien, no lavó bien, no vistió bien

La hermana y el hermano se acostumbraron a que Lola fuera siempre la culpable y empezaron a aprovecharse. Así que, terminada la escuela, Lola tomó sus pocas cosas y se fue a vivir con la abuela.

La abuela adoraba a Lola. La llamaba canto de ruiseñor, la consentía con bollitos caseros y le enseñaba a vivir según Dios

Lola salió de bajo la manta y corrió a la cocina a preparar quesitos para el desayuno. Al poco, bostezando y estirándose, Víctor apareció también. Se sentó, tomó un plato de quesitos calientes y los sumergió en una densa crema agria

Escucha, Lola dijo después de devorar el quinto quesito. He estado pensando ¡Olvida la luna de miel! Mejor compramos un coche con ese dinero. Apenas falta un poco, lo podemos financiar, ¿no?

Lola miró el rostro brillante por la crema de Víctor, pero no respondió; escuchó la llave girar en la puerta de la habitación.

Antes de que pudiera asustarse, una pequeña turba irrumpió en el recibidor: la futura suegra, su hija y su hijo de dieciocho años, junto a una montaña de tres maletas y una bolsa.

¡Hola, novia! saludó desde la puerta Lidia, la madre de Víctor. Decidimos venir directamente, como hablamos ayer con Víctor, sin más dilación

Lola volvió a mirar a Víctor, quien se lanzaba a arrastrar las maletas al pasillo y a colocarlas frente a la puerta de la habitación de la abuela.

Lola, abre la puerta dijo Víctor. Aún hay que ordenar, el sillón lo llevaremos al balcón, lo cubriremos con film; no pasa nada. El resto de los muebles lo dejaremos, al bebé le bastará. Sólo los ovillos viejos, deshazte de ellos

¿Qué significa al bebé le bastará? ¿Por qué debo tirar algo? ¿Y de dónde saca Lidia la llave del piso? susurró Lola, comprendiendo poco a poco el sentido de la visita matutina.

Pues ya ves intervino la suegra. Vivís bien, gracias a Dios. La boda es en dos semanas. Compraréis el coche, me dijo Víctor ayer. Y la habitación ¿no hay niños? El hijo de Víctor, Viti, puede vivir allí; está lejos del instituto, a cinco minutos de vosotros.

¿Y si alojamos a mi hermano un tiempo? añadió Víctor. Hace tiempo que ese cacharro viejo deberíamos desechar, pero lo usamos como habitación infantil

¡Y el coche ya lo ha visto Víctor! intervino Sofía, la hermana de Víctor. Un conocido vende un coche genial, crédito barato, y tú ya no vas a perder la luna de miel, viajarás por el mar. ¡Una oportunidad que no puedes dejar pasar!

Vale, Lola, busca la llave de la habitación mientras yo invito a la familia a los quesitos dijo Víctor, mientras se dirigía a la cocina con la gente.

Lola entró en la habitación, se sentó en el sofá improvisado por Víctor y reflexionó Que no hubiera desayunado era evidente. La voraz avaricia de su futura familia pronto limpiaría la mesa y el frigorífico, y ella tendría que cargar bolsas del supermercado al atardecer.

Además tendría que meterse en el fondo de la reserva matrimonial, porque Víctor no ayudaría; cuando se mudó, declaró que vivirían con el sueldo de Lola y él guardaría el suyo para ampliar la vivienda.

¿No vas a vivir siempre en la vieja casa de los suburbios? explicó Víctor con tono de negocio.

Lola no protestó, sobre todo cuando la boda estaba a medio año.

Entonces llegaron nuevos giros: Víctor ya había hecho copia de las llaves del piso para su madre. Decidieron que Viti viviría con ellos ¿Qué sorpresa? ¿Por qué tendría que soportar tanto tiempo en la casa de un chico que apenas conocía?

La gota final fue el famoso coche

Lola soñaba con el mar desde niña. Sus padres habían ido al mar dos veces cuando ella era pequeña, pero nunca la llevaron.

Decidió que su luna de miel sería inolvidable: ¡el mar! ¡Grecia! ¡un buen hotel! ¡un viaje a Sicilia! ¡templos antiguos! ¡vino griego amargo en la terraza! ¡habitación con vistas al mar!

Lola lloró, sollozando como una infantil. En su mente apareció la abuela al instante, sentada en su sillón favorito, con ojos dulces mirando a la nieta que llora Nada, mi ruiseñor, nada Recuerda que el matrimonio no es una peste, solo que no se convierta en tu ruina. Busca a quien te ame, y quien ama cuida. Esa es la verdadera preocupación, no te equivoques.

La decisión llegó rápido. Desde la cocina se escuchaban voces alegres de familiares que jamás fueron familia, y del hombre que nunca llegó a ser su marido.

Primero llamó a su trabajo, pidió vacaciones dos semanas antes. Luego llamó a Marisa, su amiga del instituto, le explicó la situación y le pidió que cuidara el piso mientras ella estaba fuera, para que los parientes no hicieran nada en su justa ira. Marisa vivía a dos puertas de allí y aceptó enseguida.

No te preocupes, los pondré en su sitio rápidamente. ¡Verás lo que han inventado!

Tras arreglar el piso, Lola llamó a la agencia de viajes, donde el día anterior había buscado el tour para la luna de miel. Le ofrecieron unaY mientras el avión se elevaba, el ruido de los motores se fundió con el dulce canto del ruiseñor de su abuela, recordándole que el verdadero destino estaba ya latente en su propio corazón.

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Tatiana estaba feliz. Se despertó con una sonrisa de felicidad en el rostro. Sintió cómo Vadim respiraba a su lado, soplando en su nuca, y volvió a sonreír.